La viñeta de Forges en la portada de este número es la única concesión a la nostalgia que los lectores encontrarán entre sus páginas. Si nos permitimos mirar atrás en el 40 aniversario de la Constitución, lo hacemos precisamente para caminar hacia delante. Un propósito que nos obliga a recoger los diferentes testimonios de la Transición española: aquellos que destacan sus logros, y aquellos que nos hacen reflexionar sobre sus limitaciones. El resultado es un volumen ambicioso y plural, punto de partida ineludible de una reflexión que hoy el país está preparado para abordar.
Las cuatro décadas que nos separan de 1978 desencadenaron cambios profundos. Un ejemplo es el lugar de España en el mundo, como expone el ministro Josep Borrell en su ensayo sobre la política exterior constitucional. Plenamente integrado en Europa y en la comunidad internacional, el país de 2018 nada tiene que ver con el que iniciaba la Transición. Esta historia también representó una superación de las heridas del pasado, sostiene Isabella Thomas –que se incorpora al consejo asesor de POLÍTICA EXTERIOR– en un texto dedicado a la memoria de su padre, Hugh Thomas. Para Isabella la de España es una trayectoria de integración, en contraste con la de Reino Unido, que el reconocido hispanista siempre intentó acercar a Europa. Y es que, como explica Xosé Manoel Núñez Seixas, la Unión Europea supuso un bálsamo identitario para España, otorgando un marco común de referencia a un país con sensibilidades nacionales diversas.
Nuestra proyección en el mundo ha sido muy positiva, pero muestra claroscuros precisamente a medida que resurgen los nacionalismos –tanto los periféricos como el central–. Sobre el choque entre constitucionalismo e independentismo catalán, Ignacio Molina explica cómo la internacionalización fallida del procés dañó la reputación de España. Solventar el impasse actual requerirá una reflexión y debate maduros entre las partes enfrentadas. A la espera de que se produzca, Edurne Portela analiza otra cuestión pendiente: la justicia reparadora para tantas víctimas, particularmente en el País Vasco. La derrota de ETA es el gran logro de la democracia española. Con ETA anunciando su disolución, nos encontramos con la necesidad de reflexionar de manera crítica sobre un pasado violento.
El cuestionamiento actual de la Transición y su legado –sobre todo por parte de españoles que nunca la vivieron– no solo obedece a una lógica regional, sino también a experiencias particulares. En su ensayo sobre “memoria proyectiva”, Kostís Kornetis explora cómo quienes participaron en la democratización del sur de Europa se encuentran hoy con una generación que cuestiona aquellos logros. En Grecia y España, el triunfalismo respecto a la Transición y la Metapolitefsi se critica sin concesiones; en Portugal, no obstante, la juventud reivindica la Revolución de los Claveles.
El desencanto también se explica por la frustración ante un modelo económico, como señala Cornel Ban en su análisis sobre la evolución de la economía española. Los gobiernos posteriores a la Transición apostaron por un modelo que combinaba apertura comercial con protección social, pero no desarrollaron un sector público lo suficientemente dinámico para convertir España en una potencia exportadora, como Alemania o Corea del Sur. Tras la crisis 2008 y las políticas de austeridad en 2010, las limitaciones de este modelo se hicieron evidentes. Es el momento para reflexionar y entablar una conversación constructiva sobre el futuro de España. Al fin y al cabo, no puede proyectarse al exterior lo que no se tiene en el interior.
Este aniversario de la Constitución española coincide con el de otra gran transformación: la de China. Se cumplen 40 años desde que Deng Xiaoping desplegó las reformas económicas que, como detalla Georgina Higueras, convirtieron en hiperpotencia a un país pobre. El proceso, contra las prescripciones que entonces emitían el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, se realizó con lentitud y pragmatismo. Un proyecto a largo plazo que Bert Hofman desgrana de manera detallada en este número.
La actual guerra comercial entre China y Estados Unidos supone una amenaza para sus respectivas economías, si bien no está claro de qué manera afectará a cada una de ellas. Para Eugenio Bregolat, las batallas arancelarias pueden saldarse en beneficio de Pekín, que en los últimos años ha reducido su dependencia comercial de EEUU y transita hacia un modelo de consumo doméstico y tecnología puntera, capaz de disputar la primacía económica a Washington. El experto en economía china Barry Naughton opina lo contrario: dado lo complejo que resulta superar la trampa de las rentas medias en una sociedad inmensa y relativamente envejecida, China se encuentra en una posición frágil ante el reto que le plantea EEUU. No es fácil convertirse en potencia mundial; tampoco dejar de serlo. ●