Dos sacudidas de la historia coincideron en el mismo mes, noviembre de 2015. Atentados de París, o contra París, del terrorismo yihadista; encuentro a pocos kilómetros de allí, en el barrio de Le Bourget, convocado por Francia para avanzar decididamente hacia una acción articulada de los Estados del planeta frente al cambio climático. Los atentados llegaban en la noche del 13 de noviembre. Los jefes de Estado y de gobierno convocados por Francia desembarcaban días después, el 30. Fue un ministro también francés, Laurent Fabius, titular de Asuntos Exteriores, el que simbolizaría el papel de Francia frente a la amenaza generalizada del calentamiento de la Tierra. ¿Qué criterio común adoptar? ¿Con qué base teórica y práctica? ¿En qué plazos, con qué medios tecnológicos, políticos y financieros?…
El apoyo al proyecto llegaría de las dos primeras economías del mundo, Estados Unidos y China. Pero una vez más, la certeza del disparo procedería de ese peculiar país europeo, Francia, empeñado en mantener su puesto en el mundo. Un asunto sobre el que algunos, quizá no pocos de entre nuestros lectores, decidan reflexionar. Por esa razón proponemos dos textos: el primero del francés Jean-Louis Guigou sobre los atentados. Y el segundo del español Nemesio Fernández-Cuesta sobre la carbonización, el lento pero progresivo deterioro ambiental del planeta.
Edmund Burke, 1729-97, expondría esa teoría en su gran estudio Reflexiones sobre la Revolución Francesa, Londres 1790. Grandes corrientes confluirían, casi siempre para separarse después. Pero una vez llegada la confluencia, esa base común –piedra, vegetal y arena mezclados en el lecho del río– permanecería ahí como enseñanza para quienes la quisieran entender. Casi dos siglos después, la teoría probó su fundamento en algunos sabios, el francés Raymond Aron, 1905-83, o el alemán, Richard von Weizsäcker, 1920-2015, activos ambos tras la caída del muro de Berlín. El río de la historia lograría pasar entre la maleza.
Topamos con un problema casi insoluble, con sus actores absorbidos por la urgencia. Solo se podrá encarar mediante una acción global. Y por esa razón, los 195 Estados han aceptado ponerse de acuerdo en la COP21 de París. El acuerdo se basa en la contención de la temperatura por debajo de los 2ºC al terminar el siglo XXI. El temor ante un incumplimiento de lo acordado no ha dejado de estar presente entre los Estados participantes en la cumbre de París. Ban Ki-moon insistió sobre todo en un punto: el acuerdo suscrito el 12 de diciembre, 14 días después del encuentro de París, era tan ambicioso y explícito que había traspasado la línea divisoria entre lo imposible y lo imparable.
Fue desde luego un éxito negociador del presidente de la asamblea, Laurent Fabius, responsable final del Cambio Climático. El equipo dirigido por el ministro de Relaciones Exteriores de Francia se mantuvo constantemente alerta durante casi dos años hasta lograr el triunfo de diciembre 2015. Y ese triunfo significaría la permanencia del acuerdo, aún a pesar de la inestabilidad creada por los atentados de París 29 días antes, el 13 noviembre.
Que Barack Obama y Xi Jinping apoyaran esa prueba de fuerza –el presidente francés, François Hollande, fue otro agente decisivo– conseguiría el espaldarazo definitivo. Quizá el éxito de París se sustentara, como escribe Le Monde, en la renuncia de los países desarrollados a su deuda climática. Y por ello, EEUU, China y la Unión Europea, las tres zonas responsables de la dirección del mundo, Voltaire dixit, se comprometerían a aportar una financiación anual no inferior a 100.000 millones de dólares para respaldar el esfuerzo de los Estados en desarrollo, encabezados por Brasil, India y Suráfrica. Esa inversión anual permitiría revisar las contribuciones a la reducción del daño causado a la atmósfera por cada Estado, fuera pequeño o grande. A los Estados dependientes del trío más poderoso se sumarían Japón, Canadá, Australia. Mientras que Indonesia, México o Arabia Saudí se incorporarían a los menos fuertes.Una primera decisión habrá de adoptarse al comprobar qué Estados ratificarán el acuerdo de París antes del 20 de abril de 2017. Lo acordado debería entrar en vigor en 2020. Tal es, en líneas generales, la primera de las grandes decisiones adoptadas.