En la recta final de 2005, siguen pendientes dos reuniones que cerrarán con éxito o fracaso un año abierto con expectativas, pero en el que los desencuentros han llegado hasta la cita más esperada: después del 60º aniversario de las Naciones Unidas en septiembre, concluido sin avances en su necesaria reforma, la reunión ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) del 13-18 de diciembre en Hong Kong y el Consejo Europeo de los días 15 y 16 del mismo mes en Bruselas tienen en sus manos desbloquear el proceso de liberalización comercial y el presupuesto de la Unión Europea para 2007-13.
Si no se alcanza un acuerdo en la OMC sobre la reducción de los aranceles y subsidios agrícolas de Estados Unidos y la UE, la ronda de Doha lanzada en 2001 llegaría a un punto muerto con consecuencias fatales para los países en desarrollo, necesitados de competir sin obstáculos con sus materias primas en los mercados mundiales. Pero habría también consecuencias negativas para europeos y norteamericanos.
Con el acuerdo para iniciar las negociaciones de adhesión con Turquía, el primer ministro británico, Tony Blair, podría aportar algún logro a una presidencia de la UE oscurecida por los atentados de Londres. Los líderes europeos deberán decidir si los Veinticinco comienzan el año 2006 con las perspectivas financieras aprobadas; es decir, con un presupuesto para poner en marcha las políticas comunitarias para el periodo 2007-13. El cheque británico y la política agrícola común enfrentan a Reino Unido y Francia.
En Alemania la imposibilidad de la nueva canciller, Angela Merkel, de formar gobierno con la gran coalición resultante de las elecciones del 18 de septiembre paraliza al país central en la UE; un país que “tiene miedo a los cambios”, como señala Jochen Thies en un artículo escrito y reescrito hasta la…