Quién gobierne Pakistán no solo es importante para un país con un sistema federal debilitado y un ejército dispuesto a intervenir en política, es también fundamental para el futuro de su vecino Afganistán. ¿Suponen las recientes elecciones un cambio de rumbo?
Las elecciones del 11 de mayo han marcado un hito en la historia de Pakistán. Por primera vez el país ha visto a un gobierno electo cumplir sus cinco años de legislatura, ceder el poder al gobierno sucesor y acordar la formación de un ejecutivo interino. Una transición política que no se ha librado del temor a verse truncada, pero que ha abierto una nueva etapa en la historia del país, que rompe con antiguas inercias pero también mantiene tendencias persistentes.
El gobierno ha permanecido en el poder a pesar de graves problemas que en más de una ocasión auguraban golpes de Estado o la convocatoria de elecciones anticipadas. El Parlamento ha sabido mantenerse lo suficientemente unido para hacer frente al temporal. Más que nunca, el hastío del devenir histórico le ha hecho consciente de la necesidad de reforzar las instituciones más allá de los intereses privados. Así, en esta legislatura se aprobaron tres enmiendas a la Constitución (18ª, 19ª y 20ª) que han afianzado el sistema parlamentario en detrimento de los amplios poderes de la presidencia, han devuelto poder a las provincias y han mejorado la composición de la Comisión Electoral de Pakistán (CEP), para asegurar la neutralidad de la transición. Este hito supone que cuanto más tiempo pasa un gobierno electo en Islamabad, más institucionalizada estará la democracia y como consecuencia, mayor será el poder del Parlamento y menor el de las instituciones no electas, el estamento militar y los servicios de inteligencia (más conocidos por sus siglas ISI, Inter-Services Intelligence)…