El Pacto Verde Europeo (PVE) es la iniciativa central elegida por la Unión Europea (UE) para descarbonizar su economía. Durante la anterior legislatura fue considerado nada menos que como el programa de gobierno de la Comisión Europea.
El PVE se encuentra plenamente alineado con las metas de descarbonización del Acuerdo de París, principal iniciativa climática global en vigor. Firmado hace apenas diez años (diciembre de 2015), este acuerdo tiene un alcance casi universal, al haberse adherido al mismo la práctica totalidad de la comunidad internacional.
Iniciativas anteriores, como el Protocolo de Kioto (1997), generaron un consenso mucho menor. Es cierto que el anunciado abandono de Estados Unidos (por segunda vez) del Acuerdo de París va a suponer un duro golpe a su vocación universal.
Entre los antecedentes principales a este acuerdo hay que destacar la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), nacida de la Cumbre de la Tierra de Río de 1992. La Convención ha propiciado la celebración anual de las llamadas Conferencias de las Partes (COPs), donde se han ido concretando compromisos climáticos importantes a través de laboriosas negociaciones entre los países.
Precisamente de la COP 21 surge el Acuerdo de París, que tiene un enfoque innovador a la hora de abordar el problema del cambio climático. Efectivamente, es la primera vez en que se pone el foco en la contención de la temperatura del planeta y no, como hasta ahora, en la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) permitidas a los países.
En concreto se fija el objetivo de no superar durante este siglo un incremento de la temperatura media del planeta mayor a 2 grados, tomando como referencia los niveles preindustriales. También se decide proseguir los esfuerzos para, preferiblemente, limitar ese aumento de la temperatura a 1,5°C.
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