En torno a Darfur la actividad política y diplomática se acumula y acelera. El 16 de julio, mientras acabo de escribir estas líneas, se inicia una nueva cumbre internacional en Libia convocada por Sudán. Es la réplica a la reunión en París, el 26 de junio, del Grupo de Contacto ampliado, convocada por el presidente francés, Nicolas Sarkozy, que quiere para su país el papel de catalizador de una solución al drama de Darfur.
La reunión tuvo un plantel de alto nivel: el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, con China y Rusia , pero sin representantes ni de Sudán ni de la Unión Africana (UA). La cita de París no produjo ningún acuerdo operativo. Pero en Addis Abeba dos representantes especiales, de la ONU y de la UA, tratan de coordinar sus esfuerzos para revivir los acuerdos de paz de mayo de 2006. China ha nombrado su propio representante y la Unión Europea ha cambiado el suyo. Y –parece que esta vez va en serio– el gobierno sudanés ha autorizado el despliegue de la “fuerza híbrida ONU/UA”.
En el Parlamento Europeo comparecieron dos premios Nóbel de la Paz, Desmond Tutu y Jody Williams, para analizar la situación en Darfur y las responsabilidades del gobierno de Jartum. Williams no pudo acceder a la región para elaborar el informe encargado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU porque las autoridades sudanesas le negaron el visado. El Parlamento Europeo decidió entonces el envío de una misión que he tenido el honor de presidir.
Durante la primera semana de julio, y gracias a la colaboración del Programa Mundial de Alimentos de la ONU (PMA), pudimos visitar varios campos de refugiados a ambos lados de la frontera entre Sudán y Chad: los de…