Desde 1991, palestinos e israelíes negocian en público o en secreto, directamente o con intermediarios. Ante unas negociaciones infinitas y frustrantes, la comunidad internacional ha marcado un plazo de dos años. El reloj de la paz podría ponerse en marcha en septiembre.
La reanudación en mayo de las negociaciones de paz israelo-palestinas plantea de nuevo, inevitablemente, la pregunta tantas veces reiterada desde el inicio del proceso de paz, hace ya casi 20 años, en la Conferencia de Paz de Madrid (1991): ¿tendrá éxito en esta ocasión? ¿Será posible poner fin a uno de los conflictos más antiguos y desestabilizadores? Después de tantos intentos frustrados –Camp David en 2000 o Annapolis en 2007-08–, es natural que prevalezca el escepticismo. Sin embargo, en 2010 la comunidad internacional no puede plantear esta pregunta como si no fuera una parte de la respuesta. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea han afirmado a lo largo del último año algo que debería haber estado claro desde hace décadas: la resolución del conflicto es un interés fundamental de la comunidad internacional.
Las partes en el conflicto –israelíes y palestinos, sirios y libaneses– también han experimentado transformaciones profundas en estos 20 años. Hoy conocen con mayor precisión los sacrificios necesarios para alcanzar la paz, y quizá por ello son más conscientes de su propia responsabilidad. Esto hace más probable que en la actualidad las negociaciones tengan éxito, pero desgraciadamente no constituye una garantía. Hasta que las negociaciones alcancen su resultado, las partes y la comunidad internacional deben hacer una evaluación continua de los factores críticos para su éxito. Este trabajo pretende contribuir a identificar algunos de ellos, desde una perspectiva española, peculiar entre otras cosas porque sigue hoy beneficiándose de una continuidad básica en la política exterior de los gobiernos de distinto signo. Esta precisión acerca del…