La ‘Hoja de ruta’ señala un trayecto, pero algunos de los obstáculos diseminados en el camino parecen insalvables. No pocos, en ambas partes, preferirían ignorar la ruta establecida por el Cuarteto y escoger en su lugar caminos de circunvalación.
El 28 de septiembre se cumplen tres años del comienzo de la segunda Intifada palestina. Más de 3.000 muertos y decenas de miles de heridos es el dramático saldo de la vuelta de israelíes y palestinos a una espiral de violencia que parecía cosa del pasado. ¿Cómo se llegó a esa situación? ¿Por qué ese súbito estallido de violencia cuando se creía estar cerca de un acuerdo?
Con los acuerdos de Oslo de 1993, israelíes y palestinos se reconocieron mutuamente y comenzaron a negociar la paz en un proceso de búsqueda colectiva de soluciones a los graves problemas que afectan a Oriente Próximo. Se abrió entonces, por enésima vez, la ventana de la oportunidad para la obtención de una solución satisfactoria a uno de los problemas políticos y morales más inquietantes de nuestra época. Israelíes y palestinos se comprometieron a “poner fin a decenios de enfrentamientos y conflictos, reconocer recíprocamente sus derechos legítimos y políticos, esforzarse por vivir en la dignidad y la seguridad mutuas y llegar a un acuerdo justo, duradero y global, así como alcanzar una reconciliación histórica en el marco del proceso político aprobado”.
La Conferencia de Paz de Madrid de octubre de 1991, punto de partida de ese proceso, condujo a que ambas partes, después de negociaciones bilaterales en el máximo secreto, firmasen en agosto de 1993 la Declaración de Principios de Oslo, pero éstos no se respetaron ni en su letra ni en su espíritu.
Para lograr su objetivo, se instituyó un modelo de negociación basado en la gradualidad, en el convencimiento de que primero debían…