POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 19

Operaciones en el Golfo: Escudo del Desierto, un análisis provisional

Rafael L. Bardají
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Con el pesar de todos, evitar el uso de la fuerza contra Irak ha sido finalmente imposible. El empecinamiento y el inflexible desafío de Sadam Husein ha llevado a que tras un interregno diplomático en el que se lucho por conseguir una salida pacífica a la crisis abierta tras su invasión de Kuwait el 2 de agosto, las Naciones Unidas autorizaran en su famosa resolución 678 el recurso a “todas las medidas necesarias” para liberar el país invadido. Desde la madrugada del 17 de enero de este año, 1991, las fuerzas multinacionales desplegadas en la zona luchan contra las tropas iraquíes en una operación estratégica –que a la hora de escribir estas líneas está en su tercera semana de actividades– bajo el nombre de Tormenta del Desierto.

Es en el castigo aéreo aliado y en la necesidad de una campaña terrestre donde se centra la atención pública estos días. Y es comprensible. Sin embargo, las hostilidades abiertas desde el pasado 17 de enero son sólo una de las fases de las operaciones militares, operaciones que se han tornado ofensivas pero que hablan venido gestándose en los meses previos, de manera defensiva bajo la operación defensiva Escudo del Desierto.

 

El Escudo del Desierto

No hay riesgo de equivocación al afirmar que la operación Escudo del Desierto fue todo un éxito. Cierto que no logró impedir la anexión de Kuwait por Irak, ni recuperar dicha pequeña nación, pero esos no eran sus objetivos. Su fin estratégico consistía en disuadir a Sadam Husein de proseguir su aventura expansionista a través de Arabia Saudí, camino de los ricos Emiratos Árabes.

Se ha especulado mucho sobre los propósitos de Sadam Husein para invadir Kuwait y sobre sus proyectos en la zona. Hay quien ha llegado a hablar de planes secretos con Yemen y Jordania…

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