La ofensiva turca en Siria al Este del Éufrates se produjo tras una llamada telefónica entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y el presidente turco, Rcep Tayyıp Erdogan, el 6 de octubre de 2019, cuyo contenido en detalle se desconoce, no así sus consecuencias inmediatas.
Solo en el ámbito humanitario la ofensiva precipitó un desplazamiento de población que afectó a cerca de 200.000 personas y despertó la alarma sobre la evasión de los prisioneros del autodenominado Estado Islámico (ISIS), retenidos en campos de detención en el Norte de Siria, al mismo tiempo que daba por terminada la estructura política de Rojava (Federación Democrática del Norte de Siria, FDNS, desde 2016).
Erdogan había anunciado repetidamente su deseo de llevar a cabo una incursión al Este del Éufrates. Por su parte, Trump ya había avisado de manera reiterada su intención de retirar las tropas estadounidenses de territorio sirio. Finalmente, tras dicha llamada de teléfono, los dos líderes presidenciales acordaron una precipitada retirada norteamericana del terreno (un reducido contingente ha permanecido junto a los campos petrolíferos de Deir el Zor), y la incursión militar turca en una zona clave que conectaba dos de los cantones de la FDNS, Kobane y Yazira.
Giro en la política exterior turca
Esta actuación dista mucho de la política exterior preconizada por el AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) tras su llegada al poder en 2002, beneficiada por las positivas relaciones entre Ankara y Bruselas, que dieron lugar a la apertura de negociaciones con la Unión Europea (UE) en 2005. Con el eslogan de “cero problemas con los vecinos” y una política de mediación en los conflictos regionales, Turquía incrementó su visibilidad e influencia en la zona a través del soft power y los lazos comerciales.
Tras las ondas sísmicas de las primaveras árabes, el…