Dadas las limitaciones en tiempo y recursos para cumplir los ODM, es necesario aumentar la eficacia de los programas de desarrollo y la ayuda oficial. El Banco Mundial aboga por mejorar los mecanismos de rendición de cuentas y orientar la gestión hacia la obtención de resultados.
Los ODM ofrecen una brújula con la que guiarse hacia el horizonte que se desea alcanzar, pero no un mapa con los caminos que recorrer, ni los obstáculos a sortear. Como reafirma el Consenso de Desarrollo de Seúl, adoptado en noviembre por el G-20, no existe una única receta para el desarrollo. Cada país debe diseñar la estrategia que más se adecúe a las necesidades y características de su población. La reforma educativa que en un país puede haber sido muy exitosa para universalizar la educación primaria, puede tener resultados mediocres en otro. La campaña de sensibilización que en un determinado contexto cultural puede ser muy efectiva para prevenir el contagio del VIH, en otro puede incluso ser contraproducente.
Cada país debe liderar su propio proceso de desarrollo. En cada lugar, gobiernos, ONG, sector privado y sociedad civil deben trabajar codo con codo para efectuar las reformas necesarias, implementar los programas eficazmente y generar espacios de diálogo y consenso para poder efectuar cambios y, en algunos casos, llevar a cabo transformaciones profundas. El papel de las agencias bilaterales y las organizaciones multilaterales de desarrollo es seguir aportando sus recursos y conocimientos para ayudarles en esta tarea.