Queridos Jaime y Eugenio:
Como vosotros bien sabéis, todavía a principios del siglo XIX China era la primera economía mundial. Sin embargo, a diferencia de las inquietas potencias europeas, el imperio chino era un extenso espacio continental encerrado en sí mismo y suspendido en el tiempo, sin interés por el mundo exterior más allá de su entorno inmediato. China recuperará previsiblemente su posición de primera potencia económica mundial en unos pocos años, después de tres décadas de crecimiento intensivo. Ahora bien, a diferencia del periodo histórico anterior, China se proyecta hoy en todo el mundo, consciente de que la viabilidad de su modelo económico depende de la expansión de su comercio, del incremento de sus inversiones y de la influencia política que lleva aparejada esta huella cada vez más extensa y profunda.
Esta proyección global de China tiene efectos sobre todos los aspectos de la vida internacional contemporánea. Su consecuencia más evidente es el desencadenamiento de una intensa rivalidad con Estados Unidos por la preponderancia en Asia y en todo el mundo. Por lo que hace a Europa, esta nueva configuración transforma las relaciones con China y también modifica en profundidad los vínculos transatlánticos.
En cuanto a la evolución entre los países europeos y China, el foco de la relación había estado siempre en la propia China. Primero en tanto que presencia colonial desde mediados del siglo XIX hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Más recientemente, tras las reformas económicas introducidas por Deng Xiaoping se produjo un impulso europeo del comercio y la inversión destinado a aprovechar el potencial de este inmenso mercado. Sin embargo, en los últimos años el centro de gravedad de la relación se ha desplazado a Europa y es ahora China quien utiliza su expansión económica al servicio de los dos pilares de su…