En las últimas décadas, una amplia alianza de grandes partidos ha llevado la voz cantante en la Unión Europea. Los políticos de las formaciones tradicionales de centroderecha y centroizquierda han conservado una cómoda mayoría en las principales instituciones de la Unión, incluidos la Comisión, el Parlamento y el Consejo. Esta época podría llegar a su fin con las elecciones del próximo mayo, con el descenso del apoyo a los grandes partidos, el ascenso de los populismos de extrema derecha e izquierda, junto a la aparición de nuevos actores políticos.
Es posible que surja una compleja constelación de fuerzas, con coaliciones diseñadas para fines concretos, por encima de las diferencias históricas entre partidos. Si bien esta situación podría restar eficacia legislativa al Parlamento también podría tener un efecto positivo sobre el interés de la ciudadanía por la democracia a escala europea. Ahora bien, si los partidos populistas consiguen poder suficiente para obstaculizar decisiones cruciales, las demás formaciones tendrán que empujar juntas para que la UE siga funcionando. Si no lo hacen, los gobiernos de los Estados miembros empezarán a evitar el Parlamento, estableciendo acuerdos intergubernamentales.
Único pero defectuoso
El Parlamento Europeo es la única transnacional del mundo elegido directamente. Tiene poder sobre decisiones importantes, como la manera en que se regula el mercado común y se gasta el dinero público a través del presupuesto comunitario. A pesar de ello, hace tiempo que la democracia parlamentaria sufre un déficit estructural en la UE. Mientras que los gobiernos nacionales han otorgado a la Eurocámara poder para tomar decisiones legislativas y presupuestarias, las élites políticas nacionales no se han mostrado dispuestas a crear un espacio democrático paneuropeo. Los eurodiputados se eligen a partir de listas nacionales de acuerdo con las leyes electorales de cada país, y los partidos mantienen un control férreo sobre…