Para la reconstrucción de las ciudades de Haití habrá que avanzar en el conocimiento de lo que allí sucede y evitar el simulacro de la posmodernidad importada. En el mundo subdesarrollado, la ciudad, pequeña o grande, vernácula o colonial, es un reflejo de la crisis permanente.
El terremoto en Haití del 12 de enero de 2010 con sus 200.000 víctimas y más de un millón de desaparecidos, ha sido considerado como la mayor catástrofe conocida. Políticos y ciudadanos dan muestras de pánico y se rebelan contra este dominio determinista del cosmos. Pero, como planteó Albert Camus en La Peste, es en estas situaciones límite cuando surgen las mas íntimas razones y personalidades. Fatalismo, excusas, acusaciones y denuncias de todos contra todos, sustituyen a la necesaria reflexión. En ella, además de la Naturaleza, el sismo, deben incluirse también las dimensiones normativas, funcionales y físicas de la ciudad, que acumulan los problemas del conflicto espacial y social en la especificidad propia de lo urbano. En las ciudades demolidas de Haití y su capital, Puerto Príncipe, han coincidido las dos problemáticas.