Los debates de la Comisión de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos terminaron en tablas: comenzaba una fase de respiro para el Gobierno cubano y también para otros Gobiernos que se veían abocados a una situación de enfrentamiento directo con los Estados Unidos (en caso de que no secundaran la moción norteamericana) o encarar el riesgo de la enemistad de La Habana (en caso de acceder a la petición de inspección). Para España, se trata de un capítulo más de las sinuosas relaciones entre Madrid y La Habana, un movimiento pendular entre los abrazos y las medallas, los insultos y los dossiers.
La “siempre fiel”, la antigua colonia de Cuba, ha sido recientemente constante actualidad en España. Meses después de la histórica visita de Felipe González a La Habana en 1986, varios acontecimientos redondean las actuales relaciones.
De una medalla a un informe reservado
En enero de 1988, José Federico de Carvajal, presidente del Senado español, viajó a Cuba y le regaló a Fidel Castro una medalla de oro de la Cámara Alta española. Era un curioso colofón a una serie de declaraciones y actuaciones polémicas entre dirigentes españoles y cubanos, y borraba la suspensión de otro viaje programado hace un año, por culpa precisamente de su colega en el Congreso de los Diputados, Félix Pons, al que Fidel Castro había califica- do de “tipejo fascistoide”, como represalia a la negativa a incluir a Cuba en una reunión de Parlamentos iberoamericanos. Anteriormente, se recordará, Castro había arremetido contra la conmemoración del 12 de octubre, al que calificaba de fecha “infausta y nefasta”. El 18 de febrero de 1988, el diario madrileño ABC publicó un informe reservado sobre Cuba, fruto de diversas fuentes diplomáticas y rubricado el 11 de diciembre de 1987 por Mercedes Rico, embajadora de España y…