Editorial: Salamandra
Fecha: 2014
Páginas: 448
Lugar: Madrid

Nos vemos allá arriba: miseria de la postguerra

Pierre Lemaitre
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Hay una tierra de nadie entre la Primera Guerra mundial y los felices años veinte oscura, turbulenta. No suele recibir muchas visitas, eclipsada por dos colosos históricos como la Gran Guerra y los años locos. Sin embargo, merece la pena salir de la trinchera, o abandonar a la flapper de turno, para adentrarse en ese espacio inhóspito, tan decisivo como los demás, más o menos entre 1918 y 1923. El último en poner pie allí ha sido Pierre Lemaitre, autor de Nos vemos allá arriba, “un premio Goncourt popular en el mejor sentido de la palabra”, según Bernard Pivot.

En 1919, París era la capital del mundo, “triste y bella”, como escribe Margaret MacMillan en Peacemakers. Señales de la Gran Guerra que acababa de finalizar estaban por todas partes. Escombros y cristales rotos por doquier, cráteres en el jardín de las Tullerías, y escasez de carbón, leche y pan. “La sociedad francesa también tenía cicatrices –añade MacMillan–. Mientras las banderas de la victoria flameaban en farolas y ventanas, mutilados y desmovilizados en uniformes raídos pedían limosna en las esquinas, y casi cada mujer vestía luto”.

Estallada la paz, la contienda prosiguió por otros derroteros. Mientras los líderes del mundo se reunían en los salones de Versalles, rehaciendo el mapa del mundo, quienes habían combatido en su nombre en “la guerra para acabar con todas las guerras” siguieron librando batallas más personales. La paz, como la victoria en la guerra, nunca llega cuando uno la espera.

La mirada de Lemaitre es cáustica –“Todos los que pensaban que aquella guerra acabaría pronto habían muerto hacía mucho tiempo”–, pero también entrañable. Novela con aroma decimonónico, en ocasiones se erige como un manifiesto de la fatalidad, como cuando describe un cuaderno con dibujos de escenas cotidianas de la guerra: “No había un solo muerto, un solo herido, un solo cadáver. Solo vivos. Aquellas imágenes eran aún más terribles, pues todas gritaban lo mismo: estos hombres van a morir”. Pero sobre todo es una novela de género picaresco.

“La novela picaresca es la novela de la exclusión, es el sálvese quien pueda, es el relato de unos personajes que han de vivir en un mundo que no les quiere”, afirma el autor en esta entrevista para El País. La guillotina de Lemaitre no deja títere con cabeza. Los monumentos que la Francia victoriosa erigió a los héroes caídos por la patria y a sí misma son demolidos uno a uno. Generales, ministros, hombres de negocios, prefectos, alcaldes; la alta sociedad, la baja; ni siquiera los muertos se libran –inhumados, exhumados y vueltos a inhumar de cualquier manera, expoliados–, menos aún los veteranos –desmovilizados, mutilados, traumatizados, olvidados–. Todos comparecen ante el pelotón de fusilamiento reclutado por el autor de Nos vemos allá arriba, que dispara a matar.

Para los protagonistas de Lemaitre, patéticos, la paz no termina de llegar. La Gran Guerra, cien años después, sigue detonando conciencias.