Navalni evoca en sus memoras al héroe de uno de sus libros favoritos, Resurrección, de León Tolstoi, cuando dice: “El único lugar adecuado para un hombre honrado en Rusia en la actualidad, es la cárcel”. Y la sentencia sigue siendo cierta en el siglo XXI. Es el lugar donde acaban aquellos que no tienen miedo.
Patriota. Memorias.
Alexéi Navalni
Península, Barcelona, 2024
640 págs.
Como señala Navalni, Putin sabe que hay millones de ciudadanos honestos en Rusia, pero a los que más teme es a los que superan el miedo. Cuando Navalni decidió volver a Moscú tras recuperarse de un envenenamiento en Berlín, sabía el destino que le esperaba. Aquel 17 de enero de 2021 fue apresado en el mismo aeropuerto Sheremétievo.
¿Por qué esa vuelta? Navalni escribió sus memorias para responder a esta pregunta. “Tengo mi país y mis convicciones. No quiero renunciar a mi país ni traicionarlo. Si tus convicciones significan algo para ti, debes estar dispuesto a defenderlas y a hacer sacrificios en caso necesario”, explica el activista que demostró con sus investigaciones cómo el régimen de Putin no solo es autocrático sino también corrupto.
Esa forma de entender el patriotismo llevó a Navalni a regresar a su patria, siendo consciente de que su destino más probable era la muerte en prisión. En un momento dado señala que, incluso si cayera el régimen, antes le matarían. Solo se queda tranquilo cuando se da cuenta de que también su esposa Yulia lo sabe.
Cuenta Navalni que su conciencia política despertó al darse cuenta de cómo mentían los dirigentes soviéticos cuando sucedió la catástrofe de Chernóbil en 1986. Apenas tenía diez años. Parte de su familia, que vivía en la zona, les relataba lo que había pasado, algo realmente extraordinario que había movilizado a miles de soldados, los liquidadores, mientras el Kremlin transmitía la imagen de control y tranquilidad.
Incluso a riesgo de las vidas de los ciudadanos. Desde que fue encarcelado en enero de 2021 hasta su muerte el 16 de febrero de 2024 en una remota prisión conocida como Lobo Polar, en la región de Yamal Nenes, sus condiciones de vida fueron cada vez peores. En su día a día tenía que realizar trabajos en pésimas condiciones. Para incrementar su tormento, los carceleros, auténticos psicópatas, le colocaron como vecino de celda a un loco que gritaba sin cesar y actuaba como un poseído. Pero lo peor eran las horas de reclusión en la celda de castigo, aislado, semidesnudo y expuesto a torturas. Ni siquiera cuando recuerda esos momentos, pierde el sentido del humor.
«Navalni regresó a su patria siendo consciente de que su destino más probable era la muerte en prisión»
Es una de sus armas contra sus captores. Por ejemplo, se compara con Putin porque, igual que el dictador ruso hace esperar a sus visitas seis horas, sus abogados han de aguardar horas para poder verle.
A pesar de que sus condenas van in crescendo, no pierde el ánimo. La última que conoció fue de 19 años y relata cómo uno de sus guardianes le comentó sorprendido que no le veía afectado por esa mala noticia. También reconoce que recurre a la religión y que trabaja para hacerse a la idea de la peor de las circunstancias.
Su última nota data del 17 de enero de 2024, tres años después de su vuelta a Moscú y su arresto. “Por el momento los sectarios y los marginales están en el poder. No tienen ideas. Su único objetivo es aferrarse al poder”. Se disfrazan de “patriotas”, escribe, pero como sus antecesores los jerarcas soviéticos “mienten y solo mienten”.
“El Estado de Putin no es sostenible. Un día dirigiremos la vista hacia él y no estará allí. La victoria es inevitable. Pero por ahora no debemos rendirnos y tenemos que defender nuestras convicciones”.
Navalni perdió la vida un mes después, el 16 de febrero de 2024. Sus carceleros provocaron su muerte no se sabe cómo, pero sí para qué. Para Navalni lo peor no era morir en prisión, sino no ser recordado y que sus allegados no recuperaran su cuerpo. Lo hicieron gracias al tesón de su madre. Fue enterrado en el cementerio Borisov de Moscú mientras se escuchaba My Way de Frank Sinatra. Muchos ciudadanos rusos vencieron el miedo y acudieron a decirle adiós. Su mensaje, gracias en parte a sus memorias, ya ha trascendido.