Autor: François Heisbourg
Editorial: Odile Jacob
Fecha: 2023

Narrar la guerra, la primera de los tiempos modernos

La guerra de Ucrania se ha consolidado como la más importante desde la Segunda Guerra Mundial. Estructurada en forma de 10 lecciones preventivas, 'Les leçons d'une guerre' es un ensayo que apuesta por el lazo transatlántico y por la autonomía estratégica europea.
Lluís Bassets
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No hay que esperar a que la guerra termine para escribir la historia. No lo hizo Tucídides, el padre de la historia bélica, en su Guerra del Peloponeso, que dejó de escribir cuando todavía ardía. Puede que sea al final de las guerras cuando se construye el sentido de la entera contienda, pero la comprensión no llega de improviso y requiere el seguimiento, la atenta observación y la reflexión inteligente sobre el transcurrir de los combates que servirán luego para proporcionar una visión completa de los prolegómenos, las batallas, sus nudos cruciales, su desenlace y naturalmente sus causas. Pronto, muy pronto en este caso, apenas al año del comienzo de las hostilidades, François Heisbourg, destacado pensador de la geopolítica y naturalmente de la guerra, ha escrito y publicado su primer ensayo sobre la que sufre Ucrania, seguro anuncio de posteriores aproximaciones.

Es la guerra más importante desde la Segunda Guerra Mundial, la más seria de las que haya conocido el grueso de las actuales generaciones vivas y “la primera gran guerra de los tiempos modernos”, nos asegura el autor. Representa “un giro estratégico de primer orden en la historia de Europa y quizás del mundo”, con un impacto directo en las relaciones entre dos potencias vecinas como Rusia y China. En ella se juega la existencia de un país, Ucrania, y la restitución de un imperio amputado, el ruso. Para el autor, es “un momento-pivote, que transformará Europa y acaso el mundo, además del arte militar, el armamento e incluso la sociedad”. Integra los factores y medios humanos, los materiales y los digitales de una forma hasta ahora inédita, con la complejidad que proporcionan los medios no estrictamente militares movilizados, en forma de sanciones económicas y financieras, embargos energéticos y bloqueos alimentarios. Inicialmente preparada para una resolución fulgurante, su duración prolongada también la sitúa ya en las dimensiones temporales de las grandes guerras.

Junto a la profundidad histórica y al análisis político y militar, el ensayista proporciona informaciones excelentes, recogidas de primera mano de Moscú, acerca de los planes militares rusos. En cuatro días debía quedar todo resuelto en Kyiv gracias a la acción de las fuerzas especiales (spetnatz) aerotransportadas en 30 helicópteros que debían tomar el aeropuerto de Hostomel, entrar luego en Kyiv, capturar o liquidar al gobierno y al presidente e instalar en tres días un ejecutivo provisional de ocupación. Al cuarto día estaba previsto el desfile de la victoria en el Maidán. En diez más, el control de todo el territorio. Y en agosto se celebraría la anexión formal de Ucrania a la Federación Rusa, mediante la unión federal de cada una de las regiones directamente al centro. Publicado cuando todavía no se había cumplido el primer aniversario de la invasión, está en la primera línea de los textos imprescindibles, una lista todavía muy corta, en la que ya se cuentan el historiador Serhii Plokhy (The Russo-Ukranian War. The Return of History. Norton, 2023) y el corresponsal británico Owen Matthewss (Overreach. The Inside Story of Putin’s War on Ukraine. Mudlark, 2022).

Estructurada en forma de diez lecciones, la reflexión de Heisbourg aporta el punto de vista y el bagaje de un especialista en la historia y teoría de la guerra clásica, cuyo regreso ya había entrevisto apenas un año antes con el recurso a la “ultima ratio” por parte de los pueblos y de sus dirigentes (Le retour de la guerre, Odile Jacob, 2021).

La primera lección versa sobre el papel en la guerra de las emociones y del lenguaje  que sirve para suscitarlas y le permite evocar la profunda penetración del Kremlin en la opinión pública occidental, a través de medios como RT, de la desinformación y de los bots en las redes sociales. Con la segunda, sobre la historia de la formación de las naciones, reivindica la Ucrania democrática, europeísta y ciudadana, que ha evolucionado como tantos otros estados europeos frente a una Rusia incapaz de desembarazarse de su pasado imperial y colonial. La tercera, sobre la naturaleza de la guerra, es la severa enseñanza que ha recibido Putin, ignorante de la realidad del país que quiso invadir e incapaz de preparar adecuadamente su “operación especial” para “liberar” a los rusófonos, con la que ha desencadenado una contienda de liberación nacional en la que Ucrania se ha crecido y consolidado como nación europea.

La cuarta lección es un recordatorio de las características de la disuasión nuclear, no siempre atendidas por los gobiernos, con una crítica directamente al presidente francés, cuando indicó que un golpe nuclear ruso en Ucrania no afectaría a los intereses fundamentales de Francia. Corregida en las palabras al mes siguiente y sobre todo en los hechos –Francia sumergió en marzo de 2022 tres de sus cuatro submarinos con lanzaderas nucleares preparadas para disparar, en una acción preventiva de enorme valor disuasivo–, la eficacia en la disuasión exige una gran pericia en la psicología del lenguaje y sobre todo evitar tanto el desprecio hacia el enemigo como la sobrevaloración de sus capacidades y su disposición al riesgo.

 

«Lo que ha quedado demostrado con la fracasada invasión es una humillación que reducirá la capacidad de Rusia para imponer un sistema internacional basado solo en la correlación de fuerzas»

 

La quinta es la que han impartido con su coraje los ucranianos al ejército ruso, que se ha comportado como si perteneciera a una petrodictadura árabe. Según el autor, “el mal maestro de Moscú ha superado a los malos alumnos del mundo árabe” y, en cambio, “la brillante defensa de Ucrania (se ha situado a un nivel equivalente al de Israel) en la guerra de independencia de 1948-49 frente a los ejércitos superiores en potencia de fuego y en número del mundo árabe”. Pero la sexta la ha recibido Rusia de la propia tecnología, mal servida por un contingente insuficiente y desmoralizado, pero expresada sobre todo en la sorpresa de una inexistente superioridad aérea, naval y cibernética que se daba por adquirida por el ejército ruso. Es lo que ha quedado demostrado con la fracasada invasión, “una humillación que reducirá la capacidad de Rusia para imponer el sistema internacional basado solo en la correlación de fuerzas”.

La séptima es una advertencia sobre el perímetro mundial que puede alcanzar la guerra y versa sobre alimentos, energía, los “global communs” (mares, espacio y ciberespacio) e incluso las milicias privadas contratadas por estados africanos o árabes en los que Rusia actúa con las armas del chantaje que le son propias, que cuenta al grupo Wagner entre las más visibles. Señala así el tipo de guerra mundializada en la que nos hemos adentrado, en la que Putin acierta con la denominación manipuladora pero exacta del “Occidente colectivo”, distanciado del Sur Global en su actitud ante Rusia.

La octava lección nos enseña que Ucrania pertenece plenamente a Europa y merece ingresar en el club europeo de Bruselas. Escrita pocos meses después, probablemente podríamos leer una explícita reivindicación de la integración de Kyiv en la OTAN. También nos explica el reforzamiento del lazo transatlántico suscitado por la guerra, que  ha llevado a Estados Unidos “a no sacrificar sus compromisos en Europa en el altar de prioridad estratégica en Asia-Pacífico” e incluso a demostrar a China con la ayuda a Ucrania “su credibilidad especialmente de cara a Taiwán”. Tras la retirada de Afganistán y la firma del AUKUS (alianza militar entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos), con la que Washington obligó a cancelar el contrato de venta de submarinos franceses a Australia, han regresado “las relaciones entre París y Washington a su punto histórico álgido, como en tiempos de Reagan y Mitterrand hace 40 años”.

La novena lección es comparativa. Esta guerra “es la primera crisis europea en la que China tiene un papel crucial”. Son numerosos los paralelismos entre Ucrania y Taiwán, e incluso es posible imaginar estrategias también similares en caso de que estalle la crisis en la isla asiática. Además de analizar la “amistad sin límites” entre Pekín y Moscú, y sobre todo los límites materiales en las cuestiones tangibles, como el suministro de armas, Heisbourg se pregunta si en algún momento puede prosperar una división de tareas que permitiría a Estados Unidos concentrar todos sus esfuerzos en Asia e inhibirse del destino europeo. Por ejemplo, en caso de que Trump regrese a la Casa Blanca.

La décima y última lección es de realismo político y de europeísmo estratégico. No estamos tan solo en una confrontación entre democracia y autocracia, y entre un sistema de alianzas occidental y un orden iliberal, sino también en un alineamiento estratégico en la defensa de los intereses de cada uno. “Para emplear un paralelismo heredado del lenguaje militar, se puede estar estratégicamente en el campo occidental y políticamente en el autoritario, y viceversa”, escribe Heisbourg. Su deseo, más que apuesta, es que Europa no deje escapar su vocación estratégica europea en el caso de que Estados Unidos llegaran a descomprometerse de la guerra de Ucrania: “Quisiera poder escribir que Europa llenará el vacío y que Rusia se sorprenderá del vigor de nuestra reacción. Un cálculo frío nos conduce en este sentido: los miembros europeos de la OTAN gastan cuatro veces más que Rusia en materia de defensa. Pero sería la primera vez que Europa tomaría la delantera a Rusia en el plan militar”.

Este ensayo, en el que es clara la doble apuesta por el lazo transatlántico y por la autonomía estratégica europea, es una impugnación de la actitud excesivamente prudente de Francia en una contienda decisiva para el orden de seguridad europeo e internacional, con el persuasivo argumento para las pretensiones tradicionales de París de que serán los países más comprometidos en la ayuda a Ucrania los que pesarán en el nuevo paisaje geopolítico e incluso dentro de las instituciones europeas. El método macroniano que pretende compatibilizar posiciones contradictorias, expresado por la muletilla “en même temps”  no sirve cuando lo que regresa es la polarización de la guerra clásica clausewitziana, en la que la neutralidad o la vocación de mediación pueden tener sentido para potencias como Turquía, pero no para la Francia europeísta que persiste en su vocación de liderazgo.