La ONU distingue dos razones para el uso de la fuerza armada: coacción y mantenimiento de la paz. Pero su papel ha sido escaso en un creciente número de conflictos armados. Como resultado, estas operaciones de la ONU han quedado vacías, con trágicas consecuencias para sus participantes y para la propia organización. El problema central no es de dónde proceden las fuerzas, sino los objetivos y reglas que en la intervención se persiguen.