La prohibición de construir nuevos minaretes en Suiza, la reflexión sobre la identidad nacional en Francia y la posible prohibición del velo integral en sus lugares públicos, han reabierto el debate sobre el establecimiento de millones de musulmanes en Europa, al que se añaden los frecuentes conflictos de convivencia. En tiempos de crisis, falta de empleo e inseguridad, la perversa asimilación entre inmigración y delincuencia, la culpabilización del Otro, el racismo y el victimismo encuentran suelo firme en el que anclar.
Hoy viven en Europa occidental al menos 18 millones de hombres y mujeres que pueden considerarse ?culturalmente? musulmanes, lo que convierte al islam en la segunda mayor religión, con toda su diversidad de prácticas y formas. La presencia musulmana supone un cambio cultural radical para las sociedades occidentales, en su mayoría acostumbradas a una homogeneidad religiosa y a un papel marginal de la religión en la sociedad. Sin embargo, la pregunta es obligada: ¿se está convirtiendo el islam en una parte del escenario europeo religioso, social, político e institucional?
En los últimos tiempos, sobre todo a partir del 11 de septiembre de 2001, predomina en Occidente la política del miedo frente a los musulmanes. Los europeos ven amenazados unos valores y principios arraigados en su vida colectiva y, en cierto modo, exclusivos. Por otra parte, el debate sobre la integración de los musulmanes en Europa se centra en componentes simbólicos, en especial en los usos vestimentarios de las mujeres, y se desarrolla a escala local o regional, obcecado a menudo en cuestiones de visibilidad y de reivindicación de la identidad. Por esta razón es necesario reorganizar el espacio público europeo para lograr una convivencia más armónica. En este sentido, varios factores entran en juego: el modelo de integración adoptado por cada país, la situación socioeconómica, pero también el origen…