Cuando en el futuro se cuente la historia de la crisis que produjo el Covid-19, se recordará que empezó siendo un problema de salud en un país, pasó a convertirse en una pandemia y acabó planteando si el sistema multilateral dejaría de existir. António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, ha afirmado que “la relación entre las grandes potencias nunca ha sido tan disfuncional. El Covid-19 muestra dramáticamente que o bien cooperamos, o seremos derrotados”.
Junto con el cuestionamiento al sistema multilateral surgen también interrogantes sobre 30 años de políticas denominadas neoliberales, orientadas a promover menos atribuciones para el Estado y sus regulaciones, más libertad de movimiento para el comercio y las inversiones, y a priorizar el crecimiento y el beneficio a corto plazo por encima de las necesidades de millones de personas y de los límites físicos del planeta. Patrick Wintour, editor diplomático de The Guardian sostenía en abril que en “Europa, Estados Unidos y Asia se está acelerando el debate público sobre la relación entre una economía debilitada y la salud pública, las virtudes de sistemas de salud centralizados o regionalizados, las fragilidades de la globalización, el futuro de la Unión Europea y las ventajas del autoritarismo”.
En pocas semanas hemos visto con asombro la incapacidad de nuestros países de producir para los ciudadanos algo tan sencillo como mascarillas, y que muchos gobernantes no tomaron en serio los repetidos avisos de científicos y hasta de héroes del capitalismo global, como Bill Gates, acerca de las pandemias que se avecinaban y la necesidad de tomar medidas preventivas. Un informe conjunto de octubre de 2019 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Banco Mundial indicaba la necesidad de que los Estados se prepararan para la posibilidad de una pandemia “virulenta” con un “alto impacto respiratorio” que podría…