Organizar la gobernanza del mundo de manera compartida de tal forma que genere estabilidad, paz y prosperidad es el ideal sobre el que se asienta el multilateralismo. Desde 1945 Naciones Unidas ha encarnado ese ideal, desplegándolo en sus agencias especializadas y en un cuerpo normativo que abarca cuestiones como salud, armamento, derechos humanos o emisiones de CO2. El bloqueo de la organización a lo largo de las dos últimas décadas (Irak en 2003, Siria en 2013, la pandemia del Covid-19 y la actual guerra en Ucrania son solo unos ejemplos) ha roto el espejismo de un orden multilateral. ¿Fue alguna vez así? Tres de los cinco miembros del Consejo de Seguridad con derecho a veto –China, Estados Unidos y Rusia– nunca han dejado de contemplar el mundo desde una óptica multipolar alrededor de cada uno de ellos, alguno imaginó incluso un unilateralismo benigno y perpetuo.
Hoy se confirma un orden complejo y desordenado, encaminado hacia una multipolaridad extremadamente competitiva, pero con espacios para la cooperación multilateral. La tensión está asegurada porque ninguno de los grandes polos sobre los que se está articulando el sistema, EEUU y China, podrá asegurar sus intereses sin la concurrencia de otras potencias; grandes y pequeñas, del norte y, sobre todo, del sur, con capacidad y determinación de participar en las decisiones sobre los asuntos mundiales.
POLÍTICA EXTERIOR dedica el bloque central de este número a la tensión multilateral-multipolar, que se manifiesta con toda crudeza en el campo de la tecnología y el comercio. Arancha González Laya advierte del riesgo de fragmentar el sistema comercial en dos o más bloques reglamentarios y propone una regeneración de la Organización Mundial del Comercio, incluyendo políticas de protección social. Sobre la ONU escriben María Fernanda Espinosa y Richard Gowan. La primera sostiene que, pese a la tensión actual, la organización vive un momento de enorme creatividad y participación social. Para el segundo, Occidente debe asumir que perderá parte de su capacidad histórica para dar forma al multilateralismo. Ambos confirman la multipolaridad sin dramatismo: el riesgo de una división Norte-Sur es cierto, pero no inevitable. ●