Cada vez hay más mujeres que luchan contra la marginación en sus distintas esferas. Un ejemplo entre muchos es el enfrentamiento de las mujeres de la tribu plachimada contra Coca-Cola, otro, el de las mujeres del sari rosa que recorren los pueblos despertando conciencias.
Escribir sobre India y concretamente sobre las mujeres en India en el mundo contemporáneo, es complejo si se quiere hacer un trabajo alejado de los estereotipos que pretenden que el llamado progreso, la justicia, la equidad y los derechos humanos son propios de las sociedades occidentales y que los países en vías de desarrollo deben mirar hacia ellas.
Este pensamiento simplista no nos debe extrañar porque, al fin y al cabo, el discurso hegemónico occidental, tanto en la etapa colonial como en la presente era de la globalización, siempre ha suprimido la heterogeneidad del otro. Así lo ha demostrado la teoría postcolonial y en especial el ensayo de Chandra Mohanty, Under Western Eyes, en el que argumenta cómo este discurso hegemónico, occidental, tiende a representar a “la otra cultura” en un bloque monolítico homogéneo y esencialista.
Así, la gran complejidad india, en cuanto a raza, cultura, religiones, filosofía, lenguas, literatura, mitología, expresiones artísticas, política, etcétera, queda simplificada en una serie de imágenes estereotipadas, y generalizaciones. Cuando nos referimos a la mujer india, los 600 millones aproximadamente de la población femenina acaban definiéndose, midiéndose y encasillándose en frases hechas o adjetivos. Vandana Shiva, filósofa, activista y científica india, que recibió el Premio Nobel Alternativo en 1993, explica: “Las formas dominantes de percepción basadas en el reduccionismo, la dualidad y linealidad no pueden concebir la igualdad en la diversidad; ni aceptar maneras y actividades que tienen sentido y son válidas, aun siendo diferentes”…