El mercado se convirtió a mediados y finales de la década de 1990 en la entidad más poderosa de la política democrática occidental. Esta evolución ha resultado más sorprendente y peligrosa en el ámbito de la izquierda. En el momento actual, sin embargo, la gran pregunta es si el triunfo político del mercado ha propinado un golpe crítico a la propia democracia representativa.
Tomemos, por ejemplo, la evolución del imaginario económico del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). Se trata de la formación política original, fuerza impulsora de la aparición de la representación democrática de masas en Europa occidental desde finales del siglo XIX. En los primeros compases de su historia, el SPD tenía una concepción marxista de la economía: la acumulación de capital amenazaba el bienestar humano y la respuesta radicaba en la emancipación de los trabajadores. Los vectores económicos más fundamentales, en efecto, eran los de clase. Durante la década de 1950, el SPD abandonó el marxismo, pero no la idea de que la economía está al servicio de la gente. Al adoptar una visión más técnica y keynesiana, el SPD de esta segunda etapa hacía hincapié en que el gobierno tenía la responsabilidad y el poder para acelerar o frenar la economía, de acuerdo con el interés general y, especialmente, según las necesidades de los trabajadores asalariados.
Sin embargo, el SPD avanzó hacia el llamado Programa de Berlín de 1989, actualizado como el Neue Mitte (nuevo centro) en 1998. Un nuevo imaginario, extraordinariamente limitado, de las posibilidades que ofrece el gobierno democrático: las exigencias humanas y democráticas solo pueden satisfacerse ahora en la medida en que se sometan a las fuerzas inquebrantables del “mercado”, al que debe darse el máximo margen de acción (“dentro de un marco convenientemente adaptado”) para coordinar “la gran diversidad de decisiones económicas” y controlar…