POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 219

Mirar un mapa: Los mitos de la frontera del río Bravo/Grande

Todas las naciones tienen fronteras, algunas incluso muros. Pero quizá Estados Unidos sea la única nación que ha construido una frontera, casi mitológica, entre la modernidad liberadora y el nacionalismo más retrogrado.
Política Exterior
 | 

“Plomo o plata”. La expansión territorial de Estados Unidos puede explicarse con la inolvidable disyuntiva planteada por Pablo Escobar. Al capítulo de lo argentario corresponden las compras de Luisiana (1803) y Alaska (1867). En la columna del engrandecimiento bélico destacan la guerra contra España (1898) y el conflicto con México (1846-1848). Se da la particularidad de que el enfrentamiento con su vecino del sur será el primer conflicto armado que EEUU librará fuera de casa y que definirá su actual frontera sur.

Esta frontera, del Pacífico hasta el Atlántico, tiene una longitud de 3.185 kilómetros, y se extiende desde el oeste hacia el este, desde Tijuana/Imperial Beach en el condado californiano de San Diego, hasta el municipio mexicano de Matamoros y el condado tejano de Cameron. A través de su demarcación se suceden desde grandes concentraciones urbanas a zonas desérticas como Sonora y Chihuahua. Aproximadamente la mitad de esa frontera utiliza como referencia el cauce del río Bravo, también conocido en Estados Unidos como río Grande.

Buena parte del oeste de Estados Unidos formó parte en su día del virreinato de Nueva España, creado por la monarquía hispánica en 1535 y cuya jurisdicción llegó a abarcar no solamente una parte significativa de América del norte y del sur sino también las Filipinas. Sin embargo, en el siglo XIX, una pujante república nacida a partir de rebeldes colonias inglesas empezó a expandirse hacia el sur. La frontera entre el reino de España y Estados Unidos fue establecida en el decisivo tratado Adams-Onís de 1819, en virtud del cual los americanos obtuvieron Florida y una primera gran ventana hacia el Pacífico a través de Oregón.

El acuerdo entró en vigor dos años después, en 1821, pero su fugaz aplicación duró tan sólo 183 días por la independencia de México. En 1828, la flamante nueva república mexicana firmó el Tratado de Límites con los Estados Unidos, que fijaba la frontera exactamente en los términos acordados en su día con España. Según las estipulaciones del acuerdo, lo que hoy es California, Nevada, Utah, Arizona, Nuevo México y Texas, además de partes de Wyoming, Colorado y Oklahoma, formaban parte a perpetuidad del territorio mexicano.

Por supuesto, la historia de la frontera sur se complica con el expansionismo de Estados Unidos, impulsado por la filosofía del Destino Manifiesto que justificaba por derecho divino el crecimiento de la ejemplar nación anglosajona por todo el continente. El principio del final para los vastos territorios acumulados por México en Norteamérica será Texas, donde un importante número de inmigrantes procedentes del norte de Europa llevaban tiempo estableciéndose.

Cuando las autoridades mexicanas quisieron poner límites, los texanos se organizaron, orquestaron una revolución y se declararon república independiente, reconocida oportunamente por Estados Unidos. Después de las elecciones americanas de 1844, el nuevo presidente James Polk formalizó la anexión del territorio de Texas. Este proceso terminó en la guerra librada por Estados Unidos y México entre 1846 y 1848.

Al inicio de ese conflicto armado, como explica John Elledge en A History of the World in 47 Borders, no estaba del todo claro quién de las dos naciones generadas por el colonialismo europeo terminaría convirtiéndose en una superpotencia. Estados Unidos tenía ventajas, pero no abrumadoras. Y, de hecho, no había unanimidad en la opinión pública estadounidense a favor de incorporar un territorio esclavista. Esta cuestión eventualmente acabaría siendo resuelta con una devastadora guerra civil entre la Unión y la Confederación y la reforma constitucional que acabó con la esclavitud.

Una vez iniciadas las hostilidades, Estados Unidos mantuvo su estabilidad política pero no así México. Más allá de la derrota de los gringos, los mexicanos fueron incapaces de ponerse de acuerdo en casi nada. Durante los 21 meses de combates se sucedieron entre 4 y 11 presidentes, en función de cómo se contabilice el caos gubernamental de México. Lo cierto es que cuando los combates terminaron en febrero de 1948, los mexicanos habían acumulado cinco veces más bajas que los estadounidenses.

 

«La expansión territorial de EEUU puede explicarse como la disyuntiva entre plomo o plata»

 

En la resultante cesión de territorio, Estados Unidos definirá su frontera sur tal y como se conoce en la actualidad. Hoy, unos 60 millones de estadounidenses viven en tierra conquistada a México por la fuerza de las armas. El futuro demográfico pasa porque los hispanos, para mediados del siglo XXI, serán el mayor grupo étnico en Texas, California, Nuevo México y Arizona. Y aunque esa línea de separación presume de tener el mayor número de puestos fronterizos del mundo para cruzar legalmente, se ha convertido en un punto focal del tráfico de personas y drogas.

Saltándonos capítulos enteros del libro de historia de disparidad compartida por EEUU y México, se puede llegar hasta el año 2015. Un multimillonario populista llamado Donald Trump empezaba a competir en serio por la nominación presidencial del Partido Republicanos. Su pre-campaña había sido un popular reality show en el que se presentaba como un líder televisivo, aunque decidiera solamente sobre banalidades. En los mítines, se dio cuenta de que cuando empezaba a perder la atención del público, para recuperarla, le bastaba con mencionar la frontera con México y la maquinación de construir un muro supuestamente impenetrable. El grito más coreado en sus apariciones terminó siendo “Build the wall”.

Para una nación formada por inmigrantes en busca de la tierra prometida del norte como es Estados Unidos, no hay nada que genere más ansiedad política que la inmigración. No hay más que ver el enorme rédito político, con regusto supremacista, que se puede extraer hablando del caos en la frontera sur y de una invasión incontrolada que viene más allá del río Bravo/Grande. Sin olvidar que se trata de una sociedad con creciente desigualdad económica en la que muchos ciudadanos han perdido la fe en el futuro y echan la culpa a un enemigo que puede estar en cualquiera de los dos lados de la frontera.