Cualquiera que sea el escenario futuro, Siria sufrirá una limpieza étnica. La división de facto del país según líneas étnico-comunitarias ya es una realidad.
El mapa del control territorial sirio de las principales facciones y el del reparto de las comunidades se superponen en gran parte. La zona bajo control gubernamental se extiende por el país alauí, la costa, el Yebel Druso y todos los territorios en los que las minorías confesionales prestan al régimen un apoyo activo o mantienen una neutralidad benevolente. Damasco y todas las grandes ciudades también están bajo el control de las fuerzas del régimen en su totalidad o en parte. En Alepo, los barrios cristianos son los más fieles a Bashar al Assad, pero sucede lo mismo en el caso de los barrios árabes suníes en los que viven las clases altas y, en general, entre la población de origen urbano, en contraposición con la neo-urbana de los barrios informales que habría “inrifyer (ruralizado) la ciudad”, como dicen los urbanitas. El barrio kurdo de sheij Maqsud, en Alepo, al igual que el resto del territorio kurdo de Siria, expulsó rápidamente a las autoridades oficiales, pero luego entró en conflicto con el Ejército Sirio Libre, y después inició una guerra abierta contra los rebeldes islamistas que controlan el este de Alepo. En Damasco, la capital del país, se concentran todas las divisiones que existen en Siria. Pero, allí también, la revuelta se ha detenido en las fronteras comunitarias que delimitan la periferia de la capital; las localidades druso-cristianas se enfrentan a las localidades suníes conservadoras de Duma, Harasta, Babyla, Daraya y Maadamyeh.
La guerra civil en Siria ofrece una visión clara del sistema de lealtades que sostiene al régimen de Al Assad. Se basa principalmente en una asociación dentro del sistema de seguridad entre los alauíes…