El escenario global no puede ser más desesperanzador de cara a la Cumbre del Clima en Sharm el Sheij (Egipto), del 6 al 18 de noviembre de 2022, con una guerra en Europa, oleoductos saboteados, la inflación energética desbocada y las emisiones contaminantes aumentando al mismo ritmo, o más, que el consumo de combustibles fósiles que transforman el “sistema Tierra”. Ya no es solo una cuestión del calentamiento global, que está ahí y creciendo, sino una transformación general en los territorios emergidos, el océano y la atmosfera de un planeta en el que una sola especie, la humana, es tan capaz de ver el origen del universo como de destruir en pocas décadas la vida que lleva millones de años de evolución.
En un ensayo reciente, el asesor climático y periodista Antxon Olabe habla de la necesidad de “una política de la Tierra”, de imperiosa necesidad en tiempos de emergencia como en los que nos hallamos inmersos. Pero basta echar un vistazo alrededor para ser conscientes de que ni siquiera estamos en el camino. De que justo cuando íbamos a echar a andar para comenzar a alejarnos del abismo, volvimos atrás. Y de que el tiempo que vamos a perder, sumado al medio siglo ya despilfarrado, va a pasar factura, porque al nuevo “sistema Tierra” le da igual quien lo habite: inteligentes ingenieros de la NASA o pequeñas bacterias.
Antes de analizar el porqué de tan desesperanzador panorama, hay que realizar un resumen de la situación. El clima global ya es casi 1,2 grados centígrados más caliente de media respecto a comienzos del siglo XX (en Europa durante el verano de 2022 se alcanzaron 1,34 grados más respecto a la media de los 30 años anteriores y en agosto llegamos a dos grados más); los incendios han arrasado solo este…