POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 144

Marruecos y su lenta primavera de la democracia

Fouad Abdelmoumni
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El activismo de los jóvenes marroquíes en torno al movimiento 20 de Febrero ha trascendido a los partidos, los sindicatos y a gran parte de la sociedad. La reforma constitucional no ha aplacado la demanda de una democratización que se presenta inevitable.

Un gran número de ciudadanos árabes rechaza el despotismo porque siente la urgente necesidad de pasar a un sistema que reconozca su dignidad e igualdad como ciudadanos, y garantice el Estado de Derecho y un buen gobierno que trabaje al servicio de las personas. Hoy rechazan el sistema, sobre todo porque los avances sociológicos y tecnológicos les han dado confianza en su capacidad para imponer un Estado democrático sin que el coste del cambio sea prohibitivo o sin que se perciba un alto riesgo de que el Estado acabe fracasando.

La mayoría de la población de esta parte del mundo ha abandonado el espacio rural y tribal para trasladarse a áreas urbanas, ha accedido a la alfabetización y ha visto cómo la mujer se integra en el espacio público. La formación de los jóvenes es cada vez mayor, pero a menudo se topan con que el ascensor social no funciona, que es incapaz de garantizar la integración de unos jóvenes consecuentes surgidos del sistema escolar. Se han abierto al mundo moderno, primero bajo los embates del colonialismo y luego por la economía, las migraciones, los viajes y los medios de comunicación…

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