La guerra en Ucrania ha permitido a Estados Unidos recuperar el liderazgo en la OTAN tras las incertidumbres que generaron entre los aliados los desplantes de Donald Trump y la controvertida retirada de Afganistán en agosto de 2021. Para los gobiernos y la mayoría de los analistas europeos, el regreso de Washington, anunciado por Joe Biden al principio de su presidencia, y confirmado en la Cumbre de la OTAN en Madrid en junio pasado, fue un alivio. El sentimiento general es que después de siete décadas de liderazgo estadounidense, y ante los problemas internos de la Unión Europea para crear una política de defensa y seguridad común, las cosas están otra vez en su sitio.
Sin embargo, es razonable dudar de si ese liderazgo y compromiso estadounidense se mantendrá en el medio y largo plazo. Durante la presidencia de Trump y el primer año de la de Biden, Washington manifestó que su prioridad era centrarse en los problemas internos del país. En el exterior, definió como adversario principal a China, y dio pasos para fortalecer sus alianzas con países del área del Indo-Pacífico.
La guerra en Ucrania cambió la percepción de amenaza de Rusia, pero no alteró las prioridades estadounidenses respecto de Pekín y la necesidad de dedicar especial atención a la política interna. A lo que se añade la preocupación por que los demócratas puedan perder la mayoría en el Senado (que hoy tienen por un voto) y en la Cámara de Representantes (por ocho) en las elecciones de mitad de mandato de noviembre. En 2024 podría volver a la Casa Blanca Trump o uno de sus discípulos ultranacionalistas y contrarios al multilateralismo. La política exterior y de defensa del país podría volver a ser imprevisible y caótica, inclinándose a abandonar parte de sus compromisos internacionales, o modificándolos, y…