Además de los problemas económicos, los desafíos de las reformas posteriores a la transición y las dificultades del gobierno de coalición podrían reavivar la llama del conflicto.
Desde la revolución, las manifestaciones callejeras en Túnez han desempeñado un papel político determinante. Las protestas que en otoño de 2013 llevaron al gobierno islamista de Ennahda a dimitir y establecer un consenso con el partido Nida Tunes, actualmente en el poder, y los miembros del antiguo régimen sobre una gobernanza común, son un ejemplo. Sin embargo, la fragilidad del nuevo gobierno de coalición, formado en 2015, dada su falta de visión conjunta respecto a las reformas posteriores a la transición que se deben llevar a cabo, podría reavivar las protestas rivales entre partidos políticos y las de las regiones desfavorecidas del país.
2011-2013: las concentraciones contra la troika y la campaña ‘Rahil’
Desde finales de 2011, las concentraciones contra el gobierno de la troika, una coalición tripartita que el movimiento Ennahda formó tras su victoria, se multiplicaron. Reunían a militantes de izquierdas, pero también a intelectuales, sindicatos y activistas en favor de los derechos humanos y de la sociedad civil, y aunque formaban un frente común contra la troika, sus objetivos eran diferentes.
Para los activistas de la sociedad civil, el objetivo de las manifestaciones era defender los derechos individuales y la neutralidad de las instituciones frente “al comportamiento hegemónico” de la troika y, en particular, de Ennahda.
Asimismo, se trataba de compensar con la calle su exclusión de los debates en la Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Para algunos, históricamente próximos a la izquierda y a los círculos “progresistas”, también se trataba de contrarrestar su derrota en las elecciones de 2011 y de ejercer presión sobre las orientaciones de la ANC. Gracias a sus sentadas, consiguieron una mayor transparencia en la…