Al dirigirse a su pueblo el 18 de enero, unas horas después de que Hamás respondiese al cese unilateral de las hostilidades por parte de Israel con un alto el fuego condicional, el depuesto primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en la Franja de Gaza, Ismail Haniyeh, dedicaba varios fragmentos del texto que había preparado al asunto de la reconciliación nacional palestina. Tal vez fuese la primera vez desde que Hamás se hizo con el poder en la Franja de Gaza, en junio de 2007, que un dirigente islamista sacaba a colación el asunto de la resolución del problema de la división entre palestinos sin mencionar el nombre de Mahmud Abbas, el presidente de la ANP.
Al día siguiente, en una conferencia de prensa concedida por Abu Ubaida, portavoz de las Brigadas del Mártir Izz al Din al Qassam, el ala militar de Hamás, el movimiento daba un paso más. “La resistencia”, declaraba solemnemente Ubaida, “es la representante legítima del pueblo palestino”.
Lo que dejan claro estas declaraciones es que Hamás no va a seguir contando con Abbas, y menos aún va a lanzarle un salvavidas en forma de un gobierno de unidad nacional nombrado por él. Estas declaraciones no son tanto un desafío directo a su liderazgo como una confirmación de que su legitimidad ha quedado definitivamente dañada por la guerra de Gaza. Hasta su primer ministro elegido a dedo, Salam Fayyad, les decía a los periodistas que la ANP de Ramala había sido “marginada”.
Los ataques de Israel en la Franja de Gaza han dado paso a una época de transformaciones en la política palestina. Es una época que recuerda enormemente al periodo que sucedió a la guerra de 1967, cuando el orden árabe dominante perdió su credibilidad y Yasir Arafat y una coalición de organizaciones…