A diferencia de la relación sosegada con nuestros vecinos Portugal y Francia, la que tenemos con Marruecos es pasional y con forma de dientes de sierra, de manera que a momentos de placidez siguen otros de turbulencias. Son muchas las razones que lo explican, algunas antiguas, otras recientes, y las culpas están repartidas.
Desde España miramos a Marruecos con prejuicios que vienen de muy atrás, pues derivan de la misma Reconquista y de la forma en que se describe al adversario, cuando los finalmente derrotados en Granada eran tan españoles como sus vencedores, como bien explicó Manuel García Morente. Por su parte, Mohamed Chakor y Eloy Martín Corrales han estudiado estos clichés, que llegan hasta épocas muy recientes con tebeos como El Guerrero del Antifaz de Manuel Gago o El Capitán Trueno de Víctor Mora y Miguel Ambrosio Zaragoza. En esta mirada tópica, no exenta de racismo hacia “el moro”, han influido los piratas berberiscos que tan mal recuerdo han dejado en nuestras costas; la guerra de África, que captó el imaginario colectivo gracias a la gran difusión de la obra de Pedro Antonio de Alarcón; la guerra del Rif, con la Semana Trágica de Barcelona y el desastre de Annual; la participación del ejército de África en la Guerra Civil y la posterior Guardia Mora del Caudillo; la Marcha Verde; la crisis de Perejil; así como los atentados del 11-M y las Ramblas, ambos con participación de terroristas marroquíes. Todo esto contribuye a crear en la mentalidad colectiva española desconfianza y recelo ante un peligro innominado pero que procede del Sur, donde habita un vecino que no es de fiar.
El recelo no es menor cuando se mira desde la ribera Sur. La dolorosa expulsión de Al Ándalus, la tierra mitificada de esplendor cultural y artístico nunca superados; los…