El 6 de julio, Estados Unidos impuso aranceles a 34.000 millones de dólares de importaciones chinas en bienes que incorporan tecnologías industriales, en especial aquellos relacionados con el plan Made in China 2025 (MC2025). China, que calificó la actitud estadounidense de “matonismo arancelario”, decidió responder con otro tanto, ojo por ojo. Donald Trump anunció en julio que otros 200.000 millones de dólares de importaciones chinas iban a ser sometidas a aranceles y amenaza con llegar a los 500.000 millones, lo que supondría la práctica totalidad (en 2017, EEUU importó de China por valor de 505.000 millones).
El Comité de Inversiones Extranjeras de EEUU ha recortado drásticamente las inversiones chinas: 1.880 millones de dólares en los seis primeros meses de 2018, frente a 46.000 millones en el mismo periodo de 2016. La prohibición a ZTE de adquirir partes indispensables para sus productos en EEUU (básicamente circuitos integrados) puso a la compañía china al borde de la quiebra, hasta que Trump levantó la sanción a petición del presidente Xi Jinping. ZTE es la segunda mayor empresa de China en material de telecomunicaciones, de modo que ha quedado de manifiesto la vulnerabilidad del país en un sector vital.
EEUU impidió igualmente la compra de Qualcomm por Broadcom, con sede en Singapur, operación valorada en 142.000 millones de dólares. La razón esgrimida por la administración estadounidense es que podría dar ventaja a China en móviles 5G. La Cámara de Representantes prohibió a finales de junio, al aprobar el gasto de defensa, la adquisición de equipos de telecomunicaciones a Huawei y ZTE. Y Washington está estudiando impedir el acceso al mercado de telecomunicaciones a China Mobile, el mayor operador del mundo de móviles, con más de 800 millones de abonados. China Mobile es una empresa estatal que cotiza en la bolsa de Hong Kong. Parece…