Autor: Andrea Wulf
Editorial: Taurus
Fecha: 2022
Páginas: 600
Lugar: Madrid

Los revolucionarios de la mente

El llamado Círculo de Jena, un grupo de amigos filósofos, dramaturgos y poetas que entre finales del siglo XVIII y principios del XIX coincidieron en la pequeña ciudad alemana, puso en marcha el pensamiento romántico y, con él, muchas de las ideas sobre el ‘yo’, el libre albedrío y la creatividad que aún albergamos. Wulf reconstruye su amistad y sus desencuentros en un libro agudo y vivaz.
Marcos Suárez Sipmann
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A lo largo de la década de 1790, al tiempo que la Revolución Francesa cambiaba el panorama político de Europa, los jóvenes que conformaban el llamado Círculo de Jena, probablemente el grupo de amigos más productivo y turbulento del pasado intelectual alemán, desencadenaron una revolución de la mente. Sus vidas discurrieron entre discusiones, escándalos, amores apasionados e ideas radicales.

Mientras la mayoría de los Estados seguían bajo férreo control absolutista, la idea del individuo libre se consideraba peligrosa. Pero fue en aquella época cuando en la pequeña ciudad universitaria de Jena (4.500 habitantes) este conjunto de intelectuales, artistas, poetas y dramaturgos se atrevió a situar el “yo” en el foco de su pensamiento, su escritura y su vida. En sus reuniones y paseos practicaban la “sinfilosofía”, el neologismo que acuñaron para expresar su simbiosis intelectual.

Wulf describe la universidad y la biblioteca como el punto de atracción en la encrucijada de rutas situada en el ducado de Sajonia-Weimar. Con el claustro en manos de cuatro duques sajones, en realidad no había nadie al mando. El ambiente liberal daba independencia a los profesores y atraía a pensadores de otros estados más represivos. A finales del siglo XVIII el Sacro Imperio Romano Germánico era un mosaico compuesto por más de 1.500 entes y principados. Pero la intrincada red de barreras y aduanas que dificultaba la comunicación tenía de forma involuntaria efectos positivos: entorpecía la censura y hacía que en Alemania hubiera más universidades que ningún otro lugar. Con altas tasas de alfabetización, se leía muchísimo y había un vasto mercado de libros.

 

Una mujer en el centro

La autora coloca a Caroline Michaelis-Böhmer-Schlegel-Schelling (apellidos de su padre y sus tres maridos) en el corazón del grupo. Casada durante sus años en Jena con August Wilhelm Schlegel, fue una mujer valiente e independiente. Más que musa inspiradora, esta intelectual y escritora era el espíritu de aquel núcleo de hombres y mujeres que aspiraban a transformar el mundo.

Pero todo empezó con el encuentro de los veteranos Johann Wofgang Goethe y Friedrich Schiller. Célebres por sus respectivos éxitos tempranos Las penas del joven Werther (1774) y Los bandidos (1781), los dos gigantes de la cultura germana se encontraban en una pasajera crisis creativa. Pese a su personalidad contrapuesta, desde el verano de 1794 hasta la muerte de Schiller en 1805 les unió una gran amistad.

Johann Gottlieb Fichte enseñó en Jena en 1794 y 1795. Considerado el sucesor de Immanuel Kant, desarrolló la escuela del idealismo alemán iniciada por este. Ambos declararon que la imaginación era básica en el proceso de adquisición de conocimientos. A la vez Fichte situó el “yo”, el “Ich”, junto a la idea del libre albedrío, en el centro de su nueva filosofía. Actualmente hemos interiorizado la autonomía de ese “yo” que él proclamó.

En ese mismo 1794 Wilhelm von Humboldt, erudito y posterior fundador de la Universidad de Berlín, se trasladó con su familia a Jena, donde trabajó con Schiller. Allí le visitó su hermano menor Alexander. El vínculo entre Wilhelm y Schiller fue estrecho, al tiempo que la afición compartida por las ciencias naturales motivó la afinidad entre Alexander y Goethe. Esta relación fue cardinal, ya que ayudó a Alexander a añadir la perspectiva subjetiva al simple empirismo científico. Reseñé el anterior libro que Wulf dedicó a este concepto de naturaleza como un todo interconectado y que sigue siendo determinante hoy día.

Los hermanos Schlegel, August Wilhelm y Friedrich –lingüistas, filólogos y lúcidos críticos literarios– fundaron en 1798 Athenaeum, la revista considerada la empresa comunitaria del Círculo. Allí colaboraban todos con artículos, reseñas y fragmentos. Estos últimos se convirtieron en una manifestación literaria por derecho propio que alcanzó a otras formas de arte como la música o la pintura.

August Wilhelm fue además un traductor de talento. No obstante, el mérito de sus traducciones correspondió a partes iguales a su esposa Caroline. Juntos tradujeron a lo largo de los años 16 obras de Shakespeare que siguen siendo hasta la fecha la edición estándar en Alemania. El menor, Friedrich, tuvo un carácter irascible e impetuoso y pronto se dedicó a criticar al resto de amigos, en especial a Schiller, que nunca se lo perdonó.

Aunque de familia aristócrata, el poeta y filósofo Novalis (pseudónimo de Friedrich von Hardenberg) trabajó para ganarse la vida. Siempre enigmático, de una delicadeza sublime, acabó alejándose del alienante yo de Fichte añadiendo el amor a la ecuación; quiso juntar las disciplinas y utilizó su experiencia como inspector de minas para poetizar las ciencias en su “idealismo mágico”. Abundó en la idea de que la imaginación lo conectaba todo, que sin ella no existía el mundo exterior. Falleció en 1801 a los 28 años y se convirtió en la encarnación del “Primer Romántico”. Sus amigos Friedrich Schlegel y el poeta y traductor Ludwig Tieck editaron su obra y fragmentos sin cambiar o añadir nada y jugaron un papel crucial en la creación del mito.

Fue en la revista Athenaeum donde se acuñó el término “romántico”. Su esencia era lo inacabado, el flujo constante, no los sistemas cerrados. Los fragmentos se convirtieron en el medio ideal para expresar las nuevas ideas. Fichte iba desplegando su filosofía ante sus alumnos, Novalis daba forma a sus ideas a medida que leía y Friedrich Schlegel moldeaba sus pensamientos mientras hablaba. Goethe ejerció como una especie de padrino y mediador entre todos ellos.

En 1798 llegó a Jena el filósofo Friedrich Schelling, el miembro más joven. Al igual que Fichte, escribió sobre el “yo”, pero separándose de su maestro en un punto importante: negó que el mundo exterior se limitara a ser un “no yo”. Sostuvo que la naturaleza y el “yo” eran un todo interconectado: presentaba así su “filosofía de la naturaleza”. Schelling y Caroline, la mujer de August Wilhelm Schlegel, se enamoraron. Se casaron tras el divorcio de ella, un paso complejo y arriesgado para la mujer en la época.

 

«Se ha reprochado que el relato histórico de Wulf centre sus observaciones históricas en la descripción de gustos y aversiones, amoríos y peleas (…). Pero eso no le impide transmitir términos y conceptos. Al contrario»

 

 

También hacen acto de presencia Georg Friedrich Hegel, que vivió en la ciudad unos años a partir de 1801 y vio a Napoleón a su paso por Jena tras su victoria en la batalla de octubre de 1806. Su filosofía acabó siendo más famosa que las de Fichte y Schelling. Y el teólogo Friedrich Schleiermacher, quien con una intensa correspondencia influyó en el Círculo.

Wulf incide en el limitado papel concedido a la mujer y enumera las escritoras que publicaron bajo el nombre de sus maridos o anónimamente. Además de dar un papel vertebrador a Caroline, cuenta cómo su hija Auguste Böhmer se integró en la vida de los adultos que organizaron su formación y para los que su temprana muerte a los 15 años en 1800 supuso un golpe terrible. Dorothe Veit, la cultivada hija del filósofo judío Moses Mendelssohn, también dio el valiente paso de divorciarse para vivir y casarse con Friedrich Schlegel. La amistad de la independiente Caroline von Humboldt con Charlotte Schiller fue uno de los motivos por los que los Humboldt se trasladaron a Jena. Pero Wulf también destaca el papel de Anne-Louise Germaine Necker, Madame de Staël, que fue clave en la divulgación del romanticismo alemán en Francia. Partidaria de la Revolución Francesa, se opuso a Napoleón tras su golpe de Estado en 1799. Viajó por Alemania, aprendió el idioma y se entrevistó con Goethe, Schiller y Fichte. August Wilhelm Schlegel la acompañó desde 1804.

 

Los románticos y nosotros

Wulf subraya el enorme impacto del Círculo de Jena en Occidente y se detiene en el efecto en el mundo anglosajón, particularmente en la primera generación de románticos ingleses y en los trascendentalistas norteamericanos. Pero más allá de su impacto inmediato, las reflexiones de los primeros románticos sobre el poder creador del yo, las reivindicaciones del arte y la ciencia, la unidad del hombre y la naturaleza y el verdadero significado de la libertad se convertirían en formativas para nuestra comprensión de la naturaleza, nuestra concepción de la sociedad y el anhelo de una vida emancipada.

Se ha reprochado que el relato histórico de Wulf centre sus observaciones históricas en la descripción de gustos y aversiones, amoríos y peleas, escándalos y colaboraciones, como si ella misma hubiera estado allí. Pero eso no le impide transmitir términos y conceptos. Al contrario. La agudeza y la vivacidad del relato no hacen sino incrementar el interés del lector. Sin dejar nunca de lado la investigación exhaustiva e impecable, la autora rastrea la aparición del concepto moderno de individualidad a partir del Romanticismo temprano.

Este recomendable ensayo explica por qué seguimos vacilando entre los peligros de un fuerte egocentrismo y las apasionantes posibilidades del libre albedrío. Porque escoger entre la realización personal y el egoísmo destructivo, entre los derechos del individuo y nuestra responsabilidad hacia la comunidad y las generaciones futuras, es tan difícil hoy como entonces.