Rabat y Argel intentan controlar las revueltas con la implementación de reformas progresivas que permitan la pervivencia del régimen.
La caída de los presidentes Zine el Abidine Ben Ali en Túnez y Hosni Mubarak en Egipto ha alimentado una oleada de protestas antiautoritarias en toda la región que, seis meses después del suicidio a lo bonzo del joven vendedor ambulante tunecino Mohamed Buazizi, no parecen detenerse aunque en algunos lugares se estén tiñendo de sangre. Pese a que el alcance y la evolución de las demandas son diferentes en función de los condicionantes internos de cada país y de los recursos de los que disponen los regímenes para tratar de desactivarlas, las protestas comparten la convicción de que la raíz de los problemas de las sociedades árabes no se encuentra en el exterior, ni en conspiraciones alentadas por terceros países, sino en la pervivencia de unos regímenes autoritarios que desde hace décadas rigen los destinos de las sociedades árabes y obstaculizan su desarrollo…