El vigor de la economía estadounidense ante la crisis inflacionista, la subida de precios y la debilidad de la demanda internacional ha sorprendido a todos los economistas. Uno de los factores fundamentales ha sido el plan de estímulo puesto en marcha por el presidente Joe Biden. El “bidenomics” ha sido la aplicación al más puro estilo keynesiano de una política fiscal expansiva para mantener la actividad económica apoyada sobre los presupuestos públicos.
Sin embargo, el crecimiento económico, la caída del paro y la inversión productiva no han sido suficientes para permitir al presidente competir por la reelección. La candidata demócrata ha expuesto en los últimos días las líneas maestras de su programa económico con el que pretende movilizar a las clases medias y bajas. El plan pasa por lograr que los éxitos macroeconómicos cosechados durante los últimos años lleguen a los hogares en forma de mejores servicios públicos y empleo de calidad a través de la intervención estatal.
La palanca clave será la subida de impuestos a las rentas altas y las empresas. Harris pretende elevar los tipos marginales del impuesto sobre la renta para todo tipo de ingresos, ya sean del trabajo o del capital. La nueva tasa ascendería al 44,6%, frente al 23,8% que pagan actualmente las rentas del capital y el 29,6% para las rentas del trabajo. Es una subida muy importante que solo se aplicará en los tramos más altos.
Harris también pretende continuar con el plan de Biden para gravar a las clases altas (patrimonios de más de 100 millones de euros) a tributar por ganancias del capital no realizadas. Actualmente existen grandes incentivos a no vender los activos revalorizados, ya que no tributan mientras no se vendan y están exentas en las herencias. Harris quiere que los millonarios tengan que pagar cuando acumulen…