Según un informe del FMI, en 2000 el 19,5% de los centros ‘offshore’ se encontraba en América Latina. Se calcula que en Panamá están registradas 400.000 empresas y corporaciones. En 2007 su sector financiero aportaba el 7,5% del PIB y empleaba al 15% de la población activa.
Los paraísos fiscales nacieron a principios del siglo XX, aunque recibieron un impulso importante en plena guerra fría como una respuesta frente al peligro latente del ascenso de gobiernos socialistas hostiles a la propiedad privada, o simplemente progresistas, no demasiado amigos de las empresas y los capitales particulares. Comenzaron a crearse en la propia Europa (Luxemburgo, Andorra, Liechtenstein, Mónaco), siguieron en el Caribe (Islas Caimán, Las Bahamas, Islas Vírgenes), luego América Central (Panamá y más recientemente Costa Rica); en Asia (Singapur, Hong Kong, Macao); y en Oriente Próximo (Líbano, Bahréin, entre los principales).
Se instalaban, por lo general, en pequeños países sin mayores recursos ni economía propia, pero relativamente cercanos a los grandes centros de la riqueza mundial: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, países petroleros y, más recientemente, China e India.
Sus principales atractivos han sido, desde su nacimiento, la protección del capital privado, el no cobro de impuestos (o el de impuestos muy bajos), la garantía del secreto bancario, el nulo control sobre el movimiento de capitales y las facilidades extremas para constituir razones sociales diversas y ocultar identidades. Con el debilitamiento de la Unión Soviética, la conversión de China y la consolidación del capitalismo a nivel mundial, la primera razón perdió peso, aunque se mantuvieron vigentes las otras.
Como es previsible, no hay información oficial, ni definitiva, sobre los paraísos fiscales (también conocidos con el nombre de offshore financial centers), por su propia naturaleza secreta y su falta de transparencia. Se sabe que a principios de los años setenta había…