Los hechos, la memoria y la historia
¿Quién escribe la historia? ¿Por qué unos acontecimientos se incorporan a la misma y otras caen en el más profundo de los olvidos? ¿Cómo funciona la memoria? Existe una misteriosa serie de mecanismos propios de la sociedad internacional que determinan qué cosas deben ser recordadas y cuáles deben ser silenciadas. Coexisten los sucesos que se presentan a todo color, que se señalan con el dedo de forma inquisitoria, y los que no quedan más que en susurros en blanco y negro. Quizá porque la historia no oficial es mucho más aberrante que la que sale en los libros de texto.
En La Violación de Nanking, Iris Chang relata las atrocidades cometidas en diciembre de 1937, cuando la ciudad china cayo en manos del ejército imperial japonés. No es una lectura para todos los públicos y puede herir la sensibilidad del lector. De hecho, es muy probable que ese fuera el propósito principal de la publicación por parte de una autora. que dedicó mucho tiempo a reflexionar sobre la “prepotencia occidental”, fenómeno que se caracteriza por la propensión a desatender los fenómenos políticos, sociales y culturales que se desarrollan en la periferia de ese mundo con centro en Occidente.
Hija de dos profesores universitarios emigrados de China, Iris Chang creció en Champaign (Illinois, Estados Unidos). Tras graduarse, Chang escribió para el New York Times y el Chicago Tribune. Se casó con Bretton Lee Douglas, con quien tuvo su hijo, Christopher. Se trasladaron a San José, California, donde murió en 2004 tras una depresión que terminó en suicidó.
La Violación de Nanking es el segundo libro de Chang y se publicó en 1997, en el 60 aniversario de la masacre de Nanking. Ahora que se cumplen 80 años, la editorial Capitán Swing publica la edición en español de un libro de historia que es al mismo tiempo una defensa de la memoria del terror que se vivió en China desde antes que se declarara la Segunda Guerra mundial, un episodio del siglo XX sobre el que Occidente ha pasado página demasiado deprisa. Solo en China, murieron en esos años 10 millones de chinos. En Nanking, en las seis semanas que siguieron a su ocupación el 13 de diciembre de 1937, fueron asesinadas 100.000 personas, aunque historiadores como el británico Antony Beevor eleva su número a 200.000. Entre ellas había soldados, pero también civiles, sobre todo ancianos, mujeres y niños que sufrieron torturas y violaciones. Testigos de esos hechos fueron corresponsales extranjeros en la ciudad y también miembros de la comunidad internacional, alemanes entre ellos.
El relato fue motivado, en parte, por la historia de los abuelos de Chang, que huyeron de la masacre. Chang documenta las atrocidades cometidas contra la población china por las fuerzas japonesas durante la Segunda Guerra Sino-Japonesa, e incluye entrevistas con víctimas y un cuadernillo fotográfico. Este libro permaneció en la lista de beststseller del New York Times durante 10 semanas.
El libro está dividido en tres partes, en las que Chang articula forma contundente su mensaje contra el olvido. En la primera relata cómo la ciudad y alrededores fueron ocupadas y la consecuente aniquilación de los ciudadanos autóctona. No se trata de un análisis al estilo de Jack El Destripador; los detalles llegan a la hora de exponer las causas y las razones que impulsaron la masacre, lo que resulta más impactante. Chang explica cómo las autoridades japonesas consiguieron silenciar todo lo que allí estaba sucediendo mediante pactos y acuerdos con Occidente, donde algunas potencias temían la expansión del comunismo. En la segunda y la tercera parte, Chang muestra toda su subjetividad, poniendo sobre la mesa lo que para ella y su familia significó la matanza y, especialmente, la poca repercusión internacional que tuvo en el campo legal, académico, científico, histórico o cultural.
Jean Paul Sartre dijo que “lo importante no es lo que han hecho de nosotros, lo importante es lo que nosotros hacemos con lo que han hecho de nosotros”. El conjunto de documentos gráficos existentes sobre Nanking constituyen una galería de los horrores, pero no por ello hay que dejar de mirarlos. La experiencia, grabada a fuego en la memoria, es lo que nos hacer no repetir lo erróneo. Por ello es importante saber cómo gestionarla, de una forma coherente y respetuosa, pero con precisión. Hacer de ella algo valioso, algo que recuerde dónde están los límites y marce las bases del sentido de la historia.
La violación de Nanking es imprescindible para el conocimiento, la reflexión y el recuerdo. Para poder avanzar en la historia con empatía y comprensión.