El debate sobre el cambio climático inaugura una nueva etapa. Hasta ahora se trataba de un debate entre ambientalistas y negacionistas, al que asistía con indiferencia un amplio sector de la sociedad. En esta nueva etapa, sin embargo, el problema es cómo gestionar el cambio climático, y no tanto si merece o no la pena debatir sobre él o hacer algo al respecto. Son dos los principales vectores de este cambio. En primer lugar, el negacionismo climático está dando sus últimas bocanadas. Quizá esta afirmación parezca prematura, habida cuenta de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, califica el cambio climático de “farsa” y retiró en 2017 a su país del Acuerdo de París. Las tendencias subyacentes, sin embargo, no están dando alas a los negacionistas.

En julio de 2019, YouGov llevó a cabo un sondeo según el cual solo el 15 % de los estadounidenses cree que el clima está cambiando y, a la vez, defiende que “la actividad humana no es en absoluto la causa” (9 %) o que “el clima no está cambiando, en realidad” (6 %). Estos porcentajes son los más altos de todos los países sondeados. Incluso el Partido Republicano parece dejar de lado a su presidente en este asunto. Según la US Public Views on Climate and Energy, una encuesta realizada por Pew Research en octubre de 2019, el 52 % de los republicanos más jóvenes considera que “el gobierno federal está haciendo poco por reducir los efectos del cambio climático”. Estos jóvenes conservadores no dudarían en calificar al actual presidente estadounidense de boomer [representante de la generación del baby-boom cuyas preocupaciones no reflejan los problemas de la realidad actual].

En efecto, en los últimos años, los negacionistas del cambio climático más honestos desde el punto de vista intelectual se han quedado sin munición, simple y llanamente….