La excesiva violencia de la que han sido testigos los ciudadanos sirios a lo largo de los seis últimos años y sus terribles consecuencias parece haber desviado la atención general respecto a su espectacular persistencia en su búsqueda de libertad y cambio. Tal búsqueda tiene numerosos aspectos, el más importante de ellos es la aparición de cientos de estructuras y de iniciativas civiles auto-organizadas, así como de una sociedad civil que se ha desarrollado plenamente.
Desde el principio de la revolución, los sirios han tenido que enfrentarse a enormes desafíos y a una violencia inimaginable que, a día de hoy, ha provocado más de 470.000 muertos, 1,9 millones de heridos, 13.000 muertos por la tortura en las cárceles del gobierno, 7,6 millones de desplazados internos y 4,2 millones de refugiados en los países vecinos.
En los primeros meses de la revolución, y más concretamente cuando el Estado se retiró o fue expulsado de algunas regiones del país, todas las estructuras de gobierno local se hundieron. En esa época, el régimen sirio había empezado a utilizar el asedio como una herramienta de represión, junto con bombardeos intensos que causaban enormes daños, a menudo irreparables, en las infraestructuras de las regiones rebeldes, privando a sus poblaciones de las necesidades más básicas, como la educación, el acceso a la sanidad y a las instalaciones médicas, los servicios sanitarios, la electricidad e incluso la ayuda humanitaria. Estas tácticas se utilizaban junto con los asesinatos sistemáticos, las detenciones y la eliminación de los activistas civiles pacíficos…