En 2016, China asumirá la presidencia del Grupo de los 20, la primera vez que el gigante asiático encabezará uno de los principales foros de cooperación económica global. Para entonces también empezará a operar el banco de desarrollo impulsado por las grandes potencias emergentes –Brasil, Rusia, India, la propia China y Suráfrica, los BRICS–, con el objetivo de financiar proyectos de infraestructuras en países en desarrollo y propiciar liquidez si fuera necesario a países con crisis de financiación exterior. Será la constatación del éxito de estos países en las últimas cuatro décadas y del nuevo papel que están dispuestos a desempeñar en la gobernanza de la economía global.
Los BRICS se constituyeron como grupo en 2009, en plena crisis financiera y ocho años después de que el entonces economista jefe de Goldman Sachs, Jim O’Neill, creara el acrónimo para definir a los países emergentes cuyas economías ofrecían mayores perspectivas de crecimiento. Durante ese tiempo, el grupo se ha constituido como un foro de articulación política, con 30 áreas definidas de cooperación y diálogo, pero donde las profundas diferencias entre los países habían permitido escasos avances. De hecho, los BRICS no se han caracterizado por su gran capacidad de coordinación en la escena internacional y sus posiciones en otros foros, como el mismo G20, la Organización Mundial del Comercio (OMC) y las cumbres del clima defendían en muchas cuestiones intereses contrarios que hacían difícil creer en la posibilidad de establecer un banco de desarrollo conjunto.
Las negociaciones para su creación se demoraron durante dos años, hasta su anuncio en julio de 2014, durante la cumbre de Fortaleza, Brasil. “Desde el surgimiento de los BRICS en 2009, el diálogo del grupo ganó en profundidad y extensión pero ahora abrimos un nuevo ciclo con la creación de dos bancos financieros propios”, explicaba entonces…