Los países andinos no han sido aún capaces de poner en marcha un proyecto regional para hacer frente a los problemas comunes de inseguridad, altos niveles de pobreza y baja productividad. ¿Cómo aprovechar la riqueza de sus recursos y el carisma de sus dirigentes?
El 22 de abril se cumplió el plazo fijado para la salida efectiva de Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), anunciada en 2006. Las condiciones de salida de este país del proceso de integración son un ejemplo del actual regionalismo del arco andino, oscilante entre la incapacidad de los procesos integradores formales y el pragmatismo bilateral. Una dinámica en la que la diplomacia presidencial desempeña un papel fundamental dada la fragilidad y pobre institucionalización de las relaciones a través de la CAN.
Hasta hace poco caracterizada como una región inestable y marcada por golpes de Estado, la presencia de Estados fallidos o en riesgo de colapso, el arco andino se caracteriza hoy por tener un sistema fuertemente presidencialista y personalista, cuyo éxito y capacidad para actuar por encima –y a pesar– de las instituciones ha llevado a extender los periodos de gobierno. Dicha estabilidad no significa, per se, una mejora en la calidad de la democracia, pero es un buen indicador de cierta tendencia a apoyar la continuidad de los proyectos de Estado, con los beneficios que conlleva, pero también con la incertidumbre que genera la extensión de los poderes presidenciales y del carácter personal en detrimento de la institucionalidad…