Son tiempos sombríos. Con la ayuda activa de Rusia e Irán, el régimen sirio de Bachar el Asad está destrozando la fortaleza de la oposición en Alepo. Cientos de civiles son masacrados y Occidente –tanto Europa como Estados Unidos– se encuentran en la posición de no tener en apariencia una manera realista de intervenir.
Cualquier cosa que pueda hacerse ahora para salvar vidas civiles sería difícil y moralmente insatisfactorio y tendría resultados limitados. Sin embargo, lo que pueda hacerse, debería hacerse. Al mismo tiempo, Europa debería analizar minuciosa y críticamente sus políticas a largo plazo en Oriente Próximo y preguntarse cómo acabó en una situación tan mala, con tan poca capacidad de influencia. ¿Dónde cometió errores o fracasó a la hora de aprovechar oportunidades? ¿Qué situaciones malinterpretó por completo, poniendo en marcha políticas a partir de suposiciones erróneas? ¿Cómo prevenir que esto vuelva a suceder en el futuro?
Tal como recoge el informe del European Council on Foreign Relations “The New Power Couple: Russia and Iran in the Middle East”, los errores europeos están claramente relacionados con una interpretación equivocada de la situación interna en Siria, la agenda regional de Rusia y, posiblemente, también la de Irán. Para cualquier acción futura provechosa, los europeos deberían entender mejor la naturaleza y los límites de la nueva pareja de poder en Oriente Próximo que forman Irán y Rusia, ya que es probable que el eje Moscú-Teherán influya en la dinámica regional a corto y medio plazo.
Durante los últimos años, pero especialmente desde la intervención de Rusia en Siria, Moscú y Teherán han mejorado exponencialmente sus relaciones. A los observadores aún les cuesta entender esta relación embrionaria, sus raíces, su potencial alcance y las implicaciones a largo plazo. Algunos se preguntan si se trata de una nueva alianza que está aquí para…