El fin de la pobreza, de Jeffrey Sachs. Barcelona: Debate, 2005. 560 págs.
The White Man’s Burden (La carga del hombre blanco), de William Easterly. Oxford: Oxford University Press. 2007. 390 págs.
El club de la miseria, de Paul Collier. Madrid: Turner, 2008. 336 págs.
Cuando la ayuda es el problema, de Dambisa Moyo. Madrid: Gota a Gota, 2011. 288 págs.
Repensar la pobreza, de Abhijit V. Banerjee y Esther Duflo. Madrid: Taurus, 2011. 376 págs.
Frente a idealistas y pragmáticos, los ‘randomistas’ quieren saber qué puede enseñarnos alguien que vive con 99 céntimos al día sobre por qué tantas ideas consideradas una panacea han fracasado.
Una lenta pero inexorable revolución está cambiando nuestra forma de entender la erradicación de la pobreza. En los últimos años, varios expertos han intentado explicar por qué algunos países continúan siendo tan pobres a pesar de los esfuerzos por remediarlo, qué podemos hacer al respecto y qué estrategias deberíamos desechar para siempre. Aunque disienten en muchos puntos, todos comparten la sospecha de que, por múltiples y diferentes razones, la ayuda al desarrollo no está ayudando lo que creíamos, ni mucho menos lo que nos gustaría.
Nunca antes tanta gente había escapado de la pobreza extrema en tan poco tiempo. Entre 2005-10, el número de pobres en el mundo se redujo en 500 millones de personas. Pero, al mismo tiempo, nunca antes el papel de la ayuda había suscitado tantas dudas. Tres cuartas partes de esa reducción se atribuyen a China, a quien los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) le han importado poco y donde la ayuda apenas ha servido.
De forma simplista, coexisten tres tipos de argumentos: los idealistas, los pragmáticos y los “randomistas”, un grupo que llamaremos así por la afición de sus integrantes a emplear ensayos…