El desmoronamiento. Treinta años de declive americano
George Packer
Barcelona: Debate, 2015. 528 págs.
El miedo al desmoronamiento está inscrito en los genes de Estados Unidos. Este es el país de la provisionalidad. Las personas cambian de ciudad con más frecuencia que en la mayoría de países desarrollados. En unos años aparecen y desaparecen barrios. Cambia la demografía. En 2000 vivían aquí unos 35 millones de personas de origen latinoamericano: ahora son más de 50, y en 2040 los descendientes de inmigrantes europeos dejarán de ser mayoría. Las relaciones son tenues y las desigualdades, abismales. La cohesión es frágil. Se sostiene con pocos hilos, finos pero sólidos: la bandera, la Constitución, la mitología del sueño americano. También es provisional su lugar en el mundo. Cíclicamente, la neurosis por el declive del imperio se apodera de Washington. Nada es perenne; todo puede quebrarse en cualquier momento.
“Una nación puede ser un imperio poderoso, pero no puede ser realmente grande, no puede ser una verdadera nación democrática, si lo característico de su vida es el oro y el esplendor de la Quinta Avenida y la mugre y la hambruna de los barrios pobres”. La frase la pronunció, a principios del siglo XX, el congresista demócrata de Alabama George Huddleston. Era un tiempo no tan distinto del actual. El debate en Washington giraba en torno a la influencia desorbitada del dinero en la economía y las desigualdades de ingresos y riqueza. Políticos como el presidente Theodore Roosevelt o, a menor escala, Huddleston, recogían el espíritu del movimiento populista de la última década del siglo XIX para crear un país más justo e igualitario, más fiel al espíritu de los padres fundadores: sin oportunidades no había libertad. Creían que este era el terreno en el que se jugaba el futuro la nación.
George…