La operación militar en Libia entra en una fase más compleja ante el escenario de una prolongada confrontación civil, cuya victoria es inalcanzable a corto plazo. Sea cual sea el resultado, el principio de la Responsabilidad de Proteger no debe quedar dañado.

Aunque en el momento de escribir estas páginas (12 de abril) la balanza no se ha decantado en ningún sentido definitivo, se pueden establecer ya algunas evidencias sobre lo ocurrido desde el arranque de la crisis en Libia y apuntar algunos posibles desarrollos futuros. Todo indica que el régimen del inefable coronel Muammar el Gaddafi ha agotado su tiempo, aunque antecedentes como el de Sadam Husein –que, a pesar del golpe que supuso para su poder la operación Tormenta del Desierto todavía aguantó 11 años más al frente de Irak– nos recuerden que eso no significa su caída inmediata. También debe entenderse que lo que está ocurriendo en Libia provocará un cambio estructural, que implica el fin del alucinado ensayo de la Yamahiriya ideada en 1977 por el líder del golpe que depuso, en 1969, al rey Idris al Senussi. Nada de eso quiere decir que la democracia libia esté a la vuelta de la esquina…