Con la creación del Estado, la política exterior libia tendrá que cambiar: los Estados árabes, África subsahariana y del Norte, los tuareg y el petróleo son algunos de los frentes.
La transición en Libia será un largo y arduo proceso que implicará la lucha por ganar posiciones entre las muchas facciones que pincelan el nuevo paisaje político del país. La legitimidad de la transición y la autoridad responsable de la misma están en juego debido a la dirección y al alcance de los cambios. Aunque todas las facciones libias coinciden en que una ruptura con el pasado es necesaria, la naturaleza de los cambios futuros sigue siendo confusa. En esta crítica situación, los libios buscan un guía en el Consejo Nacional de Transición. Lo que es más importante, la estructura y funcionamiento de las instituciones internas que deberían constituirse tendrán consecuencias importantes para todo aquello que Libia puede y quiere hacer en el ámbito externo.
Históricamente, al contrario que con el protectorado francés del vecino Túnez, la colonización italiana de Libia destruyó las instituciones precoloniales y dejó al país en la incertidumbre sobre su capacidad de forjar una unidad nacional tras la independencia (Lisa Anderson, The State and Social Transformation in Tunisia and Libya, 1830–1980, Princeton University Press, 1986). Tras el fin de la colonización, la monarquía Libia (tanto antes como después del auge del petróleo, a principios de los años sesenta) erradicó cualquier espacio para la organización de los intereses políticos y no apoyó la construcción del Estado, en el sentido de crear instituciones formales alrededor de las cuales la sociedad pudiera estructurarse; esta combinación perpetuó un camino para estabilizar la gobernabilidad basada en alianzas familiares o tribales, prácticas que se sostuvieron gracias a la renta del petróleo..