Un periodismo cada vez más profesional y el acceso de los ciudadanos a los medios de comunicación contrarrestan las técnicas de censura.
La región de Oriente Medio y Norte de África (MENA) tiene los niveles de libertad de expresión más bajos, y siguen disminuyendo año tras año a medida que los gobiernos buscan nuevas formas de restringir la palabra y castigar la crítica. La intrusión del Estado se extiende al arte y el cine, los libros y los medios de comunicación digitales. Los gobiernos de la región emplean medios legales, políticos, económicos y tecnológicos para restringir la libertad de expresión dentro de sus fronteras y, en ocasiones, incluso más allá. La violencia y los ataques contra periodistas en Irak, Irán, Egipto, Argelia, Túnez, Líbano, entre otros, contribuyen a crear una atmósfera de autocensura que erosiona aún más la ya precaria situación de libertad de expresión. Aunque la mayoría de los Estados garantizan este derecho en sus constituciones, las excepciones relativas a la “protección” de las sensibilidades nacionales, culturales o religiosas rebaja ese noble lenguaje. Además, los códigos penales criminalizan la difamación, el libelo, el insulto, la blasfemia y otros discursos que limitan la expresión y alimentan la autocensura. Los periodistas independientes y de la oposición son los que más sufren ataques y se ven sometidos a procesos legales. Incluso si un tribunal termina revocando las sentencias de cárcel, a menudo mantiene unas elevadas multas que paralizan económicamente los medios.