Invierno de 2013. Un periodista llega a la redacción. Debe escribir sobre el último salto masivo a la valla de Melilla. El ambiente está crispado desde el drama de Lampedusa y el asunto es estratégico en la agenda del medio. Cada día se publican en las portadas de la prensa imágenes al respecto. Esa mañana, el periodista leyó en algún lugar que los jefes de gobierno del sur de Europa estaban presionando en los pasillos de “Bruselas” para que “haga algo” sobre inmigración irregular. No recuerda bien qué tipo de medidas se solicitaban.
El periodista revisa los últimos correos de sus compañeros de sección, en los que se le informa de otros asuntos de política nacional sobre los que debe escribir cuando acabe con este. Apremiado por el trabajo pendiente, lee los comunicados que ha recibido sobre el salto a la valla. Tiene declaraciones de las autoridades locales, de la comunidad autónoma y del gobierno central. Se pide en todas ellas implicación social, económica y en protección fronteriza por parte de la Unión Europea. ¿Le parece recordar que las competencias seguían siendo nacionales? Duda un instante. Sigue leyendo, los minutos pasan. Vuelve a revisar el correo. No parece haber reacciones desde “Bruselas” sobre este asunto, o al menos no le han llegado. ¿Podría quizá buscar en la web? ¿En cuál? ¿Y si llama? ¿A qué institución? No puede esperar más, debe avanzar con lo que tiene. Cuenta con un enfoque con gancho, cinco comunicados y apenas 500 palabras de espacio. En uno de ellos lee: “Bruselas da la espalda a los inmigrantes”. Ya tiene titular.
Las fuentes constituyen una parte fundamental en el proceso de producción periodística. En la información sobre la UE, multitud de emisores pueden proponer mensajes a un periodista en nombre de “Bruselas”: comisarios, portavoces, eurodiputados, ministros…