POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 133

Las tres virtudes de Israel

Xavier Batalla
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En la Roma de Mussolini, los espíritus perversos decían que Dios había creado tres virtudes principales: la honradez, la inteligencia y el fascismo. Desgraciadamente, como el hombre nace imperfecto, estos espíritus añadían que jamás las tres virtudes se daban juntas. Si se era fascista e inteligente, no se podía ser honrado. Si se era fascista y honrado, no se podía ser inteligente. Y si por ventura se era inteligente y honrado, entonces pasaba que no se podía ser fascista.

Como ocurre con todas las chanzas, la de las tres virtudes también se ha adaptado a otros escenarios políticos. Por ejemplo, el israelí. Uri Avnery, fundador del movimiento propaz, cuenta que los revisionistas de Zeev Jabotinsky hicieron circular una chanza sobre los laboristas de David Ben Gurion, el padre del Estado de Israel, que seis decenios después sigue ilustrando las dificultades existentes para poner en marcha el enésimo proceso de paz.

Jabotinsky fue un dirigente hecho con el molde del nacionalismo del siglo XIX. Nació en Odesa y creció en Italia, donde Giuseppe Manzini y Giuseppe Garibaldi dejaron en él una huella imborrable. Y una vez en Palestina, Jabotinsky quiso que todo el territorio, incluso lo que hoy es Jordania, se convirtiera en un Estado hebreo. Por eso se opuso a la decisión británica de separar la orilla occidental del río Jordán –el actual Israel más Cisjordania y Gaza– de la orilla oriental, que es Jordania. De la insistencia de Jabotinsky en que Israel debería extenderse por lo que ahora es Israel, Gaza, Cisjordania y Jordania, procede su etiqueta de revisionista, en oposición a Ben Gurion, que en noviembre de 1947 aceptó la recomendación de las Naciones Unidas de dividir el territorio de la Palestina histórica (Israel, Gaza y Cisjordania) en dos Estados, uno judío, al que correspondería el 56,47 por…

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